Mi Lado de la Línea (1/1)

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En verdad el primer año en la Universidad había sido bien desdichado, pero no era esto porque sus notas no eran tan buenas como en el colegio o porque sus compañeros de carrera eran todos unos sacos de huevas, en realidad, era todo lamentable porque había un solo muchachito que había hecho su vida insoportable.

Martín se llamaba, Martín Hernández, estudiaba Filosofía, pero no tenía ninguna pinta de filósofo. No era un pensante, era un actor. Cuando los designaron compañeros de habitación, Manuel pensó que estaba bien, que ahora iba a poner de su parte y que si, acaso se le hacía difícil encontrar amigos en Letras, iba a tener siempre a su compañero de habitación, pero estaba tan equivocado.

Martín era todo menos su amigo. No respetaba sus horarios y se echaba en su cama cuando él no estaba en el cuarto. Se comía su comida e invitaba muchachitas cuando él estaba estudiando, ponía la música (música horrible) a todo volumen y tomaba cervezas por las noches. No es que Manuel sea un pacato, pero, por Dios, es un hombre decente.

- ¿Podí por favor dejar de comer papas fritas?

- ¡Ahora ni siquiera puedo comer! ¿Qué vas a prohibirme después, respirar? –atacó Martín.

- O por lo menos –siguió Manuel, el libro que tenía en las manos llevaba por nombre Popol Vuh- Baja la música, en verdad necesito leer esta cuestión.

- Te pasas toda la vida leyendo, vení, te ofrezco algo para tomar y comes mis papas fritas.

- ¿Terminaste de leer tus textos?

- ¿Qué textos?

Así era algunas veces, otras era todo más complicado.

- ¡Te dije que dejaras de tomar mis cosas!

- ¡Necesitaba un bolígrafo!

- ¡Cómprate tus huevadas y no tomes las mías!

- ¡Aprendé a compartir, egoísta!

Algunas hasta eran medio ridículas.

- ¿Por qué invitaste a esa mina a nuestra pieza?

- Porque también es MI pieza y hago lo que quiero, ¿qué te importa?

- Hueón, tuve que taparme con las sábanas para no ver las huevadas asquerosas que hacían.

- ¡Voyerista! ¡Y celoso!

- ¡No estoy celoso!

En realidad, sí lo estaba, un poquito.

Un día, Manuel tomó una decisión:

- Mira –Llamó su atención. Traía una huincha adhesiva amarilla en las manos-.

- ¿Para qué es eso?

- Easy. Esta huincha separará tu territorio de mi territorio. Vamos a hacer esto –y así fue, pegó la cinta desde el closet atracado a la pared que compartían hasta donde se dividían los dos veladores en los que tenían puestas unas lamparitas. Martín le miraba atentamente; quedó en el lado derecho de la cinta. Cuando Manuel terminó, hubo un suspiro sentido.

- Listo. Tú te quedas ahí donde estás y yo tampoco cruzo esta línea, entonces no vamos a tener que pelearnos otra vez. ¿Qué te parece?

- Es la idea más estúpida que tuviste, ¿y qué si quiero cruzar la línea? –dijo Martín desafiante. Manuel se sorprendió de que si quiera se atreviese a preguntar consecuencias.

- No, po. Es que no tienes que cruzarla. No, no más. Es por nuestra sana convivencia.

Martín siseó divertido. De un zancado llegó al lado de Manuel. Manuel se adelantó temiendo un ataque sorpresivo pero no fue precisamente un ataque. Martín lo empujó y Manuel cayó a la cama, sentado contra los almohadones, Martín se sentó junto a él y acercó su cara, entonces le susurró:

- Esto es lo que yo llamo una sana convivencia.

Manuel tenía que admitirlo, su filósofo compañero de cuarto tenía unos ojos y unos labios muy atractivos. Cuando quiso empujarse hacia adelante para ser él quien finalmente tocara su boca, Martín se alejó sonriente y de un tirón. Manuel pestañeó con rapidez; diría que estaba un poco frustrado y no habría mentira.

- Perdón –dijo el filósofo, con el ceño acongojado- No puedo, tengo que quedarme en mi lado de la línea.

Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora