La última vez que vi a Manuel (1/1)

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La estación de policía en la que Martín se encuentra dentro, sentado frente a un hombre que se esconde tras una mesa, vestido de azul y con otros rodeándole, es el lugar más frío en el que jamás ha estado, y es una noche bastante lamentable en Buenos Aires porque el cielo luce a punto de llorar. Martín lo ha estado pareciendo dese hace un tiempo, pero se aguanta todo con una sonrisa y su chaqueta de cuero negra. Uno de los que trabajaban allí se sirvió un café y el rubio hubiese deseado uno, pero aún tenía la vista pegada en la mesa, en la foto que le acababan de mostrar.

Se encoge de hombros al oír la voz, en la vieja radio sigue sonando el casete y es como si le transportara a otra realidad, a una muy distinta. En la que quiere estar.

- A ver, joven. Recapitulemos. Lo conoces –el sujeto que tiene el apellido García en la chaqueta le habla y Martín asiente levemente-. Descríbelo físicamente.

Entonces el argentino sonríe recordándolo. Cierra los ojos y aprieta con sus manos la tela de sus jeans, ajustándose la camisa.

- No es tan alto, muy delgado, ojos oscuros, pelo castaño, corto. Tez blanca.

- ¿Tiene alguna característica especial?

- Tiene un lenguaje de joda.

Javier García hace un movimiento de cabeza. Toma un poco del café de su compañero, se arremanga la camisa, toma la foto y vuelve a mirarla. Es exactamente como el chico lo dijo y de cierta manera, Javier siente lástima por lo que pudo haber ocurrido. Ahí en la imagen está casi sonriendo y tiene una lata de cerveza en la mano izquierda.

- Edad.

- Él tiene 18 años.

- Estado civil.

- Supongo que soltero.

- ¿Tenía hijos?

Martín niega con la cabeza.

Saca ahora un cigarro, lo enciende, aspira y acaba echando el humo en dirección a la ventana. Este caso les tiene en particulares aprietos, pues el jovencito desaparecido era parte de una familia bien vista del lugar y les han pagado por interno millones para encontrarlo con vida. Hasta el momento, habían interrogado a muchas personas, todas con alguna especial relación con el muchacho. Su hermano mayor, Antonio, quien aseguró haber estado en una fiesta la noche en la que el joven nunca más volvió a su casa. Su amigo Arthur, otros chicos, un mexicano, un brasilero, un estadounidense. La policía baraja la posibilidad de que este –si es un crimen- sea uno de tipo pasional. Como pudieron observar cuando visitaron el bar en el que el hermano del niño se encontraba, descubrieron que era algo alternativo, y en su mayoría, lo frecuentaban personas de carácter homosexual.

- ¿Era gay? –pregunta francamente. Martín le sonríe con un poco de cinismo, pero siempre muy seguro de sí mismo. ¿Qué se ha imaginado ese policía al fumar un cigarrillo y cuestionarle aquello con tal descaro? Ah, olvidaba que era la ley.

- No –murmura, corriendo la mirada.

- Decinos la verdad, pibe. Estás inculpándote cada vez más con cada mentira que decis.

- Estoy asegurándole que no era gay.

No, Manuel no lo era. Lo suyo era completamente distinto a lo que cualquiera pudiera imaginar.

Javier se tensa hacia atrás en la silla. Este ha sido el testigo más difícil de la noche. No habla demasiado con respecto al chico, y lo que dice, lo comenta en metáforas. Están por pensar que padece algún problema mental o una cosa así y eso es algo que lo hace más sospechoso que el resto de los sujetos.

- ¿Qué relación tenías con él?

- Usted no lo entendería.

- Coopera con la investigación, Martín. Decime qué maldita relación tenías con el muchacho.

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