Si nos quedamos callados (1/2)

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Notas (1): No es un argchi convencional con Martín y Manuel. Este argchi está hecho en base al OC de ZomBelGress Ián y mi OC Gaspar. El personaje de Marcos también le pertenece a ella.

Notas (2): Omegaverse.

Advertencia: Incesto entre hermanos. 

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— ¿Qué te pasa? ¿Ya no te puedo mirar?

Los ojos de Ián se reflejan en el espejo, en el mismo en que Gaspar se está viendo la cara con la toalla alrededor de la cintura y el pelo goteando. El baño todavía tiene ese vapor pesado de una ducha acontecida no hace mucho. Las paredes y la cerámica sudan casi rocío.

— Siempre me podí mirar. —Gaspar agacha los ojos, se agarra la toalla mejor, le rehúye la mirada. — Pero ahora las cosas son distintas.

Ián avanza tres pasos, zancadas infinitas y su camisa blanca es el nuevo soporte de la espalda de Gaspar, húmeda, pálida, huesuda. Su mano grande se queda encima del hombro del pendejo que creció en su ausencia dura. El olor de su cuello es fértil y frutal y fatal y si él pudiera inclinarse y clavarle los dientes, marcarlo por dentro y por fuera... Gaspar se hace a un lado lentamente, pero para Ián no ha cambiado nada.

— Los papás están en la pieza.

— No me pude olvidar de vos. Perdón.

— ¿Dame permiso? Me tengo que ir a vestir.

Pero él no dice ni una cosa. No dice "acompáñame" como lo hacía hace cuatro años atrás.

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Manuel murmura "estoy tan feliz de que hayas vuelto" y le aprieta a Ián la mano y todos sonríen en la mesa, menos Gaspar. De respuesta, Ián le da un beso en la mejilla y Marcos levanta la copa de vino para hacer un brindis por su hijo mayor, por el alfa que ha vuelto de Buenos Aires con un título y con un acento especial. Bruno se ríe de él, le tira tallas y es casi como siempre. Ián mira a su familia uno por uno. A su Pa, que tiene cincuenta y cinco y apenas un par de arrugas en la cara. A su Papá, que ya ha aprendido a recortar su pelo para que los rizos que se escurren no le cuelguen en la frente como le sigue sucediendo a él. A su hermano, a Bruno, al que dejó cuando era un niño y ahora es un adolescente bien parecido. A la Colomba, la más chica de la casa, que es puro Pa pero con los colores de Papá. Tiene catorce años y es la niña más bonita que Ián ha visto en toda su vida.

Y entonces lo mira a él.

A Gaspar, su hermano menor. Compañero de travesuras, mejor amigo y amante casto. Jovencito de veinte que selló su partida con un beso del que no se olvidó jamás. Omega amoroso, omega dulce y bonito. Ojos verdes, pelo castaño, rizos con líneas y palidez eterna. Ián puede contemplarlo días y noches y su corazón seguiría latiendo de la misma forma que comenzó a latir ese día, esa tarde otoñal en el patio cuando en la casa no había nadie más. Solo que Gaspar ya no lo ve de vuelta y a Ián no le queda más que pensar que su corazón no late al mismo ritmo que el de él ahora.

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En la madrugada todo está en silencio. La puerta de la pieza de los papás está cerrada y la de la Colomba y Bruno está entreabierta sin ni una luz ligera desde el interior. Ián pasa su mano por las paredes que recordaba solo en su memoria y sus pies son libres e independientes y están solamente ligados a su corazón y lo sabe porque la puerta de la habitación de Gaspar es la única que quiere empujar.

Ián puede recordar los viejos (y buenos) tiempos cuando Pa les permitía dormir a los dos en un mismo cuarto. Gaspar a la izquierda, él a la derecha, los separaba apenas un velador. Hoy, la pieza es solo de Gaspar y no hay otra cama y, en su lugar, hay un escritorio negro y una pila de cuadernos y de papeles sueltos que Ián mira con nostalgia.

Con el Correr del Tiempo || ArgChi || [Múltiples Universos]Where stories live. Discover now