Capítulo II

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Babe Capobianco contó los fajos de billetes encima de la mesa de la cocina. Con un cigarrillo entre los dientes y los anillos y las pulseras de oro tintineando, se encargaba de organizar la economía familiar con más destreza que un agente de seguros. Tears esperaba apoyada sobre los codos su parte. Cuando su madre le entregó el fajo de billetes sonrió, le dirigió una mirada a DD Junior que se encontraba sobre la encimera, y se lo mostró zarandeándolo.

-Creo que hoy mamá va a tener una agradable tarde de compras – dijo guardando el fajo en el bolso de Chanel.

-¿Hay alguna vez que no la tengas?

Babe apiló los fajos en una esquina de la cocina. Se acercó al salón y encendió el televisor. A las cinco comenzaba su telenovela favorita.

-Eres increíble – Tears rodó los ojos -. ¿Cómo puedes ver esa mierda? ¡Eso no pasa en la vida real!

-Ya, tampoco creía que las adolescentes se quedaban embarazadas pero mira, la telenovela acertó – Babe cruzó las piernas y se ajustó el vestido con gesto triunfal.

De repente, el programa se interrumpió para dar paso al informativo. Un importante accidente de tren, decían.

-¡Oh, mierda! ¿Qué culpa tengo yo de que el maquinista sea daltónico y no sepa distinguir las señales?

-¡Mamá!

El móvil de Babe sonó y descolgó mientras le decía a su hija menor:

-Es cruel, pero es la verdad. ¿Sí? No, todo al almacén del sur... Sí, los camiones de Miami al almacén sur también, el resto que lo traigan aquí... Me parece perfecto lo que Jack haya dicho, tú hazme caso a mí que soy quien te paga. Vale... No... A las diez... Ajá... Pues cárgatelos si hace falta pero tienen que estar para el lunes...

Tears intentó llamar la atención de su madre sin resultado. Necesitaba las llaves del coche. Las del Ferrari en concreto. De compras se iba con el Ferrari. Cogió el mando a distancia dispuesta a subir al máximo el volumen de la televisión para que la escuchase cuando una imagen en la pantalla la dejó helada. Subió el volumen, ya no para que Babe dejase el teléfono sino para escuchar lo que estaban diciendo.

Babe apartó ligeramente el móvil de su oído para gritarle que le quitase la voz a ese condenado aparato; el tipo con el que hablaba no le estaba haciendo caso y estaba muy nerviosa. Pero, como su hija, se quedó helada al ver la imagen en la televisión. Colgó y soltó el teléfono.

En la pantalla, saliendo de unas instancias policiales y escoltados por guardias, se encontraban Hell y una joven de bonitos rasgos asiáticos. Iban tomados de la mano, muy juntos y casi caminando al mismo ritmo. En la caja de información del telediario se informaba de la presunta implicación del hijo del famoso empresario Alfred Lerman y su esposa en el accidente de tren acontecido en Estambul. Eran los únicos supervivientes.

-¿Y ese interés en el telediario?

La figura elegante de Jack Golding se colocó junto al sofá en el que estaban sentadas madre e hija. Ambas, absortas y algo pálidas. Entonces Jack se percató de la noticia y dio una largo silbido. Tears estaba a punto de decir algo cuando su madre señaló a su cuñado con la mano izquierda y a su hija la apuntó con el cigarrillo. No apartó los ojos del televisor ni un solo momento.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now