Capítulo X

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Rosa era una de las mujeres más atractivas que Kiara había visto nunca. Era una mezcla afrodisíaca entre el glamour de Hollywood y la dureza de los barrios de Brooklyn. Las preguntas habían ido tornándose más y más personales durante todo el trayecto, hasta que al final del viaje, estaba segura de que aquella mujer podría escribir su biografía. Y confiaba en ella. No sabía cómo sentirse respecto a Hell, si debía confiar en él con los ojos cerrados, pero con Rosa las dudas se disipaban. Un aura de confianza la envolvía y casi tuvo que contenerse para no relatar más detalles íntimos sobre sí misma.

Estaba algo inquieta por el lugar hacia dónde se dirigía y los cambios que iban a acontecerse, pero el miedo a volver al centro de rehabilitación, la presión de verse encerrada y vigilada y la angustia de que convirtieran su vida en un modelo perfectamente planificado, la convencían cada vez más de que había tomado la decisión correcta. Al menos por ahora.

-No tengo interés en matarte, si es lo que estás pensando – había dicho Rosa al principio -. Protejo a mis niñas.

Kiara se apresuró a decir que no era para nada lo que estaba pensando aunque muchos de sus temores se focalizaban en ese punto. ¿Qué iba a pasar a partir de aquel momento? Su padre no iba a quedarse de brazos cruzados, sabría al instante que su desaparición tenía que ver con Hell. Creería que la había matado o secuestrado y entonces se lo cargaría. "Por favor, Rhett, déjame ir".

El club de Mamá Rosa se encontraba en pleno centro de Nueva York. Era un bonito edificio color champagne de estilo rococó. En la entrada había dos guardias de seguridad y otros cuatro rondando por el perímetro de la entrada. En el hall, aún más guardias. "Tal vez Hell tuviese razón respecto al control del club", se dijo.

Rosa la tomó de la mano como si fuese una niña pequeña mientras todas las empleadas (muy bien vestidas) a las que se encontraban la saludaban. No se podía decir que alguna fuese fea.

-¡Vince! - exclamó mientras subían al ascensor – Llama a Yvonne. Dile que quiero verla.

Un tipo alto de espalda ancha y con acento ruso se apresuró a entrar con ellas. Las puertas del ascensor se cerraron. Miró de reojo a Kiara.

-La señorita Ivonne está atendiendo a un representante de Kayou – contestó con voz formal.

-De acuerdo, no importa – Rosa se recogió un mechón suelto del moño -. Asegúrate que nadie de esa empresa "Kayou" vuelva a entrar aquí, por favor. Están en bancarrota. No pagará.

-¿Quiere que haga algo al respecto?

-Lo habitual.

Vince asintió y las puertas volvieron a abrirse. Rosa le dirigió una mirada a Kiara casi cómplice, aunque sabía que no lo era. El pasillo que se encontraba frente a ella era extremadamente ancho. Casi podría haberse jugado allí un partido de baloncesto. El suelo aparecía tapizado con alfombra roja y brillante y las habitaciones estaban marcadas a ambos lados del pasillo con horas, no con números.

-Desde las ocho de la tarde, hora en la que las puertas del club se abren, hasta las ocho de la mañana, hora en la que se cierran – explicó Rosa -. La tuya es la 6:00 am.

Kiara asintió y contó mentalmente. Trece. ¿Había solo trece chicas en aquel lugar?

-No tienes que preocuparte de la limpieza ni las comidas, de eso me encargo yo – continuó -. Los gastos de ropa o higiene son otra cosa, pero eso ya lo negociaré con Henry.

"¿Se refiere a Hell?" Cuando Rosa hablaba era como si no le hablase a ella. Parecía hablar sola, en su propia nube de incomprensión. Por unos instantes, Kiara se sintió desplazada. El interés que había mostrado por ella durante todo el viaje había desaparecido. ¿Había esperado, tal vez, todavía más desgracias de las que ya había?

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now