Capítulo XXIX

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Las calles que confluían con la comisaría eran un verdadero caos. Los fotógrafos y la prensa se arremolinaban a las puertas de cristal intentando captar alguna imagen de la situación que se vivía en el interior. Los medios de comunicación se habían hecho eco de la noticia y ni un solo periodista quería estar en otro lugar que no fuese el pavimentado suelo tras el cordón policial. Había sido preciso ponerlo dado que nadie respetaba los límites que los agentes habían delimitado; los reporteros se les lanzaban encima.

Kiara había sufrido este ataque indiscriminado. Un periodista le había puesto el micrófono en el ojo, literalmente. Alguno le había estirado del pelo e incluso habían tirado de ella. Había sido un momento de pura tensión. Los policías que aguardaban tras el cordón policial tuvieron que ayudarla a abandonar la marea humana, y aún así, la persiguieron por un par de calles hasta la Avenida.

Cuando consiguió refugiarse en un centro comercial, estaba llorando. No sabía por qué, pero no podía parar. Se encerró en uno de los baños e intentó pensar con claridad. Era demasiada información, necesitaba procesarlo todo.

"Si León es mi hermano, lo sabe", pensó, "Todo encaja, entonces."

Respiró hondo un par de veces. ¿Qué iba a pasar con ella? Estaba sola. No tenía a nadie. Se los habían llevado a todos. ¿Qué iba a hacer sin Hell? Ni siquiera a Rhett podía recurrir. La presencia protectora de León no aparecería y ahora comprendía lo que era el verdadero miedo. Eso sí era pánico.

-Ocupado – murmuró cuando alguien tocó a la puerta.

Se limpió las lágrimas con cuidado. El tiempo no era algo que le sobrase en aquellas circunstancias y prefería no gastarlo llorando. ¿Qué podía hacer? ¿A quién podía recurrir? En su mente no podía concebir que no había forma humana de sacar a Hell de la comisaría, y una vez lo condenasen, no podría escapar de la cárcel. Las cosas no debían terminar así.

Cogió todo el aire que pudo y salió del baño. Lo primero que necesitaba era comprar algo de ropa cómoda. Más bien robarla. Se llevó un par de vaqueros y una sudadera antes de que la pillaran saliendo por la puerta con unas deportivas que no había pagado. No la atraparon, por supuesto. Kiara no era estúpida.

Lo primero que se le ocurrió fue ir al club de Mamá Rosa. ¿Quién sino iba a saber qué hacer? Era la única persona externa al problema y con la que mantenía buena relación. Incluso después de haber manchado su impecable moqueta al cortarle el cuello al mafioso.

Pero cuando estuvo enfrente de la puerta, su sorpresa no pudo ser mayor. La policía también había llegado al club de Rosa. Ella hablaba con voz calmada con un agente sin cambiar su rostro fiero y astuto. Kiara se habría apostado cualquier cosa a que el hombre se mearía en los pantalones a la más mínima protesta de Rosa.

-Adelante, consideren esta su casa – Rosa extendió la mano hacia el local -. Les haremos un descuento por ser los protectores de la ley. Mi primer marido era poli, ¿sabe?

Era una mentira descarada, pero nadie tenía por qué enterarse. Kiara sabía que Rosa no se había casado nunca y no por falta de pretendientes. "Es una mujer lista", pensó. Y también sabía que en semejantes condiciones, no podría ayudarla. Tampoco querría.

Decidió volver a los alrededores de la comisaría, disgustada, y se compró un café para despejarse (le había robado un billete a uno de los periodistas). Al parecer todos ellos tenían memoria de pez pues no la reconocieron. Supuso que al cambiarse de ropa no la habían reconocido.

Esperó varios minutos, nerviosa. Ahí dentro estaban Hell y su hermano. Su hermano...

"Pero mi hermano es Liam y está muerto. Entonces ya no tengo hermano, pero ahora resulta que sí."

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now