Capítulo IV

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Respiró profundamente un par de veces, como si así pudiese atenuar la tensión a su alrededor. Aferró las manos alrededor del volante y le dirigió una mirada rápida a la chica que estaba sentada en el asiento del copiloto. Ella le indicó con un leve movimiento de cabeza que pisase el acelerador y cruzasen las puertas de la casa de los Capobianco.

-No sé si puedo hacerlo – murmuró -. Aya, no sé si voy a ser capaz de...

La chica cambió de marcha con la mano izquierda y lo miró desafiante. “Eres un cobarde, Hell”, pareció decir con sus profundos ojos asiáticos. Él volvió a respirar tomando una gran bocanada de aire.

-No dejes que me maten – pidió.

Aya negó con la cabeza escondiendo una sonrisa.

-Ni te dejes matar.

Continuó asintiendo esta vez sonriendo ampliamente. Hell también sonrió y avanzó con lentitud hasta la entrada principal. Aparcó el coche en el garaje, en el lugar de siempre. Sintió un escalofrío y una sensación agradable en la base del cuello, como una caricia. El olor a neumáticos y automóviles de primera clase lo envolvió mientras abría la puerta del copiloto. Le tendió las manos a Aya que salió de un salto. Con sus manos todavía enlazadas dijo:

-Esto es importante. Muy importante. Algo así como una misión. Necesito que me dejes hablar a mí y que nos ciñamos al guión marcado. Si sale bien me comprometo a llevarte las bolsas de la compra durante un mes entero.

Aya levantó dos dedos de la mano izquierda y él rodó los ojos.

-Dos meses... Te gusta aprovecharte de mí, ¿eh?

Se llevó un codazo de ella y Hell rio, no de forma natural, sino producto de los nervios y la tensión. No quería entrar en la casa. Quería ver a su madre, por supuesto, quería ver a sus hermanas y al pequeño de la familia. Quería ver a sus amigos. Quería ver a su padre. Quería ver a la niñata. Pero no podía entrar en la casa.

Aya tiró de él y no tuvo más remedio que avanzar. La puerta principal lo miró desafiante. “Allá vamos”, pensó. Tocó a la puerta y escuchó el resonar de los tacones de Babe.

-Voy a morir – susurró.

Un segundo después apareció la elegante figura de su madre vestida con una falda negra de punto y un top blanco. Se quedó mirándolo con rostro inexpresivo y después a Aya. Tensó los labios y el labial rojo se acentuó.

-Hola, mamá – dijo al ver que ella no reaccionaba -. ¿Podemos pasar?

Babe se llevó una mano a la boca mientras reía y se abalanzó sobre él para abrazarlo. Hell casi tuvo que sostenerla. La verdad es que lo estaba ahogando pero no pensaba quejarse. Dio un par de pasos mientras ella todavía lo rodeaba y entraron en la casa.

-No vuelvas a hacerle esto a tu pobre madre, ¡no sabes lo mal que lo he pasado estos últimos meses! - exclamó sin soltarlo - ¡Y después del atentado en el tren sin poder localizarte! ¡Sinvergüenza, hijo del diablo, cómo se te ocurre! ¡Mira lo guapo que estás! ¡Y lo alto!

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now