Capítulo XVIII

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Hell no había hecho ninguna pregunta a Kiara. Ni siquiera se había molestado en pedirle una explicación. Los hechos hablaban por sí solos y no tenía nada por lo que preocuparse. El mafioso que se había convertido en su peor pesadilla había muerto y ella lo había solventado. Joder, que si lo había solventado... Sin embargo, había algo que no acababa de cuadrarle. Era como si una parte de su cerebro lo estuviera advirtiendo de algo, de algo que no podía captar por estar perdidamente enamorado de la mujer que tenía enfrente y que sonreía como una niña ante el regalo que acababa de hacerle. Era una pulsera de Tiffany's. Bastante cara.

-Creo que no voy a poder quererte más de lo que te quiero ahora – dijo sin apartar la mirada de los brillantes.

-Entonces te compraré cien pulseras más.

-Ninguna será tan bonita como esta.

Sonrió y tiró la ceniza del cigarrillo por el balcón. Estaban asomados a las concurridas calles de Nueva York. Aquella fina lámina de cristal era lo único que los salvaba de una caída de casi veinte metros. Aunque Kiara no parecía sentirse intimidada ante la altura. Asomaba medio cuerpo mientras zarandeaba la pulsera en su muñeca. Le venía algo grande. Llegaba casi a la mano. Hell no pudo evitar mirar aquellas preciosas y diminutas manos e imaginar sangre caliente devorándolas. Se frotó los ojos, tiró la colilla y entró de nuevo a la habitación.

Kiara continuaba en el balcón. Estaba preciosa así. Por unos instantes vio a la Kiara de casi dieciocho años que había sido encerrada en aquel cuchitril en medio del bosque. Ahora era mayor. Sí, una adulta. Una mujer de pies a cabeza. ¿Y él? ¿Qué pasaba con él? "Ni siquiera he madurado", pensó con amargura. Solo había conseguido sortear los incidentes que habían ido poniéndose en su camino lo mejor posible. Desastre a tiempo completo.

De debajo de la cama de Kiara, que se había convertido también en la suya, asomaba un folio blanco. Era apenas una esquina pero Hell lo vio. Se agachó y estiró. Jamás habría podido imaginarse de qué se trataba. Era él. O más bien, sus ojos. La mirada que le devolvía el papel era... "¿Qué mierda hay ahí dentro?", se preguntó. ¿Tristeza? ¿Crueldad? ¿Seducción?

Miró por encima de su hombro. Kiara seguía en el balcón. Tenía demasiada curiosidad. Escarbó bajo la cama y encontró una caja de cartón. No llevaba la tapa y enseguida comprendió por qué. Estaba, literalmente, a rebosar. Los folios sobresalían aunque se notaba que Kiara había intentado comprimirlos para que cupieran. En todos ellos había dibujos, esbozos y palabras sueltas.

Había varios de sus ojos. Pudo distinguir en ellos una gama de emociones dolorosa. Desde la más pura diversión a la ira. ¿Kiara había visto aquello en él? Rebuscó con una espina clavada en el pecho. Se le había secado la boca. Dios, eran buenos de verdad. ¿Cómo nunca nadie se había dado cuenta antes? ¿Acaso Kiara no quería enseñarlos?

Pero el que más lo impactó sin lugar a duda fue el último. Estaba escondido en el fondo de la caja, oculto entre muchos otros bocetos. Era él. Llevaba traje y sus zapatos italianos favoritos. Todo era muy oscuro. Había una cama al fondo y paneles de madera mugrientos. Tenía el rostro ligeramente inclinado hacia abajo. Miraba algo. Era el día en que se conocieron. Kiara había apretado con fuerza el carboncillo hasta que el dibujo había quedado casi negro por completo. Las figuras solo se delimitaban por una gama de grises muy fuerte. Solo había un punto de claridad en todo el dibujo, y de nuevo eran sus ojos.

-¿Qué estás haciendo?

Kiara lo miraba con el ceño fruncido. Su sonrisa había desaparecido por completo. Y el tono de voz... Hell tragó saliva. No vio a Kiara.

-Lo he encontrado sin querer. Son muy buenos – contestó.

¿Qué demonios pasaba con él? ¿No tendría miedo? Kiara seguía mirándolo con fijeza. Supo lo que quería decir con aquello. Se apartó y entonces ella comenzó a guardarlos de nuevo como una autómata. Seguía sin cambiar su expresión vacía.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz