Capítulo XXVII

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-No pienso decir una palabra sin un abogado.

El agente era joven, pero sabía lo que hacía. Hell podía ver ese tipo de cosas en la gente. No iba a mangonearlo como al resto de policías en el cuerpo. Le dijo un par de cosas a su compañero, que salió de la sala. Después se sentó frente a él.

-Se acabó el juego, señor Capobianco.

Hell estaba fumándose un cigarro. Sonreía para sí mientras pensaba en las veces que le habían dicho aquello. Para él, el juego nunca terminaba. Al ver que no respondía, continuó.

-Los dos sabemos que es una idiotez continuar en perpetuo silencio. Sabe defenderse muy bien.

-No me trate de usted – contestó -. Es una falta de respeto.

El agente pareció sorprenderse.

-¿Tratarle de usted es una falta de respeto?

Hell soltó el humo y aplastó la colilla contra el cenicero. Clavó sus ojos azules en él.

-Una muy grave, dado que no tiene ningún tipo de respeto hacia mí.

-¿Y usted sí lo tiene?

-"Respeto a tus amigos. Respeto a tus enemigos. Hacerse respetar" - citó Hell -. No tiene ni idea de con quién está hablando, ¿cierto?

El silencio se hizo eco de la respuesta. Probablemente había estudiado su caso de la forma incorrecta, como lo hacía la mayoría. La policía creía poder combatir contra las Familias a base de infiltrados, investigaciones y detenciones.

-Así no es como funciona – continuó Hell -. Llevan más de veinte años investigándonos y todavía no han conseguido una mísera prueba. ¿Sabe por qué? Porque somos un bloque de hielo compacto y no nos rompemos.

-Se equivoca, señor Capobianco. Usted mismo ha abierto una gran grieta en medio de ese bloque esta noche. ¿Qué hacía en el hogar de Rhett Capaldi a las tres y media de la madrugada?

Hell sonrió. Cogió otro cigarrillo y lo tanteó con los dedos antes de llevárselo a los labios y encenderlo. No estaba nervioso.

-He dicho que no hablaré hasta que Richard esté presente.

La sorpresa del agente no pudo ser mayor.

-Ya ha hablado usted conmigo.

-Y seguiré hablando de lo que le apetezca excepto de esta noche.

No tuvieron que esperar mucho. Richard era un hombre diligente, y en menos de quince minutos estaba presente en comisaría. Al parecer no era a Hell al único que debía sacar de un aprieto. Cuando apareció con sus andares de pato, solicitó cinco minutos a solas con su cliente. Algo malo ocurría.

-Tu madre también está aquí.

-¿Ha venido a...?

-No, no, no. La han detenido.

-¿Qué?

Richard le indicó con un gesto que todo lo que dijese quedaría grabado. El abogado sabía que podía arriesgarse a hablar de estos temas con Hell en un lugar tan delicado.

-Irrumpieron un par de minutos después de tu detención. Todos en la fiesta han sido detenidos.

-¿Alguien armó jaleo? - se refería a si había un chivato.

-Al parecer a la policía le pareció extraño tu aparición en casa de los Capaldi y decidió hacer una visita por casa.

Hell inspiró con fuerza dando una honda calada.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now