Capítulo XXVI

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Toda aquella valentía, la prepotencia e incluso el orgullo, descendieron en picado al ver con sus propios ojos la real situación. Era un suicidio en toda regla. La fachada principal estaba vigilada por más de cuatro vehículos y, al igual que la casa de los Capobianco, había un gran ajetreo en el interior.

Hell, que conocía el hogar de los Capaldi por haber estado allí con anterioridad, analizó lo mejor que pudo su postura. Él había entrado la última vez por la ventana de la habitación de Kiara, pero Rhett no habría sido tan idiota para dejarla en un lugar tan expuesto. Sabía que había un desván perfectamente utilizable como sala de retención; Hell había encerrado en varias ocasiones a Tears allí. Desconocía si en la casa había además un sótano y descartó la idea pues no creía que se habrían preocupado de dejar a Kiara en un lugar digno, y un lugar húmedo y oscuro no lo era.

Habían aparcado a casi dos manzanas del lugar. Hell se había hecho un par de rayas al igual que el resto. Acababa de fumarse un cigarro pero seguía nervioso. Mackenzie intentaba tranquilizarlo entre morreo y morreo con Trevor; el resto solo quería pelea. En el fondo, Hell amaba aquella sensación, la de la adrenalina recorriéndole el cuerpo. Solo pensar que Kiara podía estar a varios metros de él, la rabia y la euforia lo recorrían.

"Tal vez desperté del coma por esto, porque tenía que terminar esto."

Y tal vez aquella noche moriría. No le habría asustado la idea de no haber sido por ella.

-¿Qué? ¿Vamos?

Hell negó y tiró la colilla al suelo. Logan dio un par de golpes al aire y Lindsey cargó la pistola.

-Voy a entrar solo. Vosotros me cubriréis.

-¿Estás de coña? - preguntó Karl - ¿Cómo vamos a cubrirte si te metes ahí solo?

-Si entramos en grupo nos matarán en menos de diez minutos. Quiero que no sepan siquiera que he estado allí.

-¿Y cómo vas a sacarla sin que os vean?

Hell se aseguró de que llevaba la pistola, balas y la cajetilla de tabaco; Kiara iba a necesitar un par de cigarros. Después repitió que iba a entrar solo. Karl treparía hasta el árbol de la parte trasero, orientado al cuarto de Kiara; Trevor se infiltraría en el control de la seguridad para desestabilizar el sistema y Mackenzie y Lindsey se quedarían con los coches al otro lado de la calle por si ocurría cualquier incidente. Paul, Robb y Logan intentarían deshacerse de los guardias.

-Antes de que me pillen, cortaré la luz - advirtió Trevor riendo -. Si os quedáis a oscuras, corred, cabrones, antes de que os corten los huevos.

-¡Va, va! ¡Después de esto nos vamos de putas! - exclamó Paul.

Entrar en la casa de los Capaldi no fue especialmente fácil, pero tampoco tan complicado como esperaba. Después de todo, era a lo que se había dedicado durante casi dos años.

De los trece a los quince había estado coladito por una chica un año mayor. Se llamaba Karla y vivía a un par de calles del colegio. No era guapa, pero cuando sonreía, se formaban dos hoyuelos en sus mejillas y Hell se quedaba embobado mirándola. Ocurrió en la época en la que todavía no era tan espabilado ni tan atractivo. Fue su época mala. Pero a Karla, de forma inesperada, también le gustaba él, y aunque no llegaron a ser novios, Hell se dedicaba a acompañarla a casa todos los días.

Karla era muy madura y leía libros de adultos. Le prestaba muchos a Hell, hasta que el padre de ella se enteró al cumplir los catorce y Karla los quince, y dijo que su hija no tenía edad de estar yendo a ningún sitio con nadie. Hell había dado el estirón y empezaba a mostrar aquel carácter y facciones que denotaban peligro.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now