Capítulo V

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Hell guardó las zapatillas en la mochila y los vendajes y salió de la habitación seguido por Aya. Ambos se miraron fijamente al pie de las escaleras. Estaban muy atentos a cualquier señal que les indicase que Babe rondaba por allí cerca. No quería hablar con ella. No quería tener que explicar eso de que no era boxeo lo que practicaba, sino Boxeo Rojo. Menos aquel día, que tenía que combatir contra Maximus Black. Necesitaba la máxima serenidad posible.

-A la de tres, bajamos y salimos por la puerta del garaje hasta el coche. No te pares pase lo que pase.

Aya asintió y dibujó una mueca de emoción.

-No te lo tomes a broma — advirtió Hell con una sonrisa -. Mi madre es lo más peligroso que te vas a encontrar en tu vida.

Hasta el hall principal no hubo ningún tipo de problema. Aya bajó detrás de él pegada a su espalda. Hell tenía la sensación de que las cosas estaban saliendo demasiado bien cuando tocó la puerta del garaje que comunicaba con la cocina y efectivamente, así era.

-¿Henry?

-Vamos, vamos, vamos... - Hell empujó a Aya dentro del garaje y él espero en el marco de la puerta cruzando los dedos.

Babe Capobianco apareció con su nieto en brazos y lo miró de forma sospechosa. Acababa de darse una ducha y todavía llevaba el pelo húmedo. Cuando vio a su hijo con aquellos pantalones de chándal y las deportivas no tuvo más remedio que intervenir.

-¿A dónde vas? - preguntó.

-A boxear — contestó ya algo molesto por tener que esconderse en su propia casa.

Babe tensó los labios pero no dijo nada. Dio media vuelta y se alejó mientras Hell soltaba todo el aire contenido. No sabía por qué su madre no había dicho nada pero estaba bien así. Aya lo esperaba en el coche. Había sintonizado una emisora de indie en la radio y movía los pies al ritmo de la música. Sonrió y se pusieron en marcha.

Hell acostumbraba a hablar mucho con Aya. Ella, por supuesto, nunca contestaba pero eso no les impedía mantener una conversación. Era como si se dijesen las cosas mediante gestos o miradas y a Hell se le hacía realmente cómodo. Cuando más hablaban era antes de una pelea. Hell solía sentirse algo nervioso y el trayecto hasta el lugar indicado solía parecer una cita con el psicólogo.

-No es que tenga miedo, ¿sabes? Porque, joder, no voy a tener miedo de Max, he jugado con él desde que llevaba pañales. Pero no soy idiota. La fama que se ha ganado no es precisamente por suerte. No me apetece meterme en un ring con él. No sé si voy a ser capaz siquiera de intentar pegarle. Es el ahijado de mi padre. Bueno, lo era. No sé, no me gusta mucho esto, no estoy cómodo. Pero tampoco podía decir que no. A ver, no veo a Max desde... ¿Ocho años? No, menos, creo que vino a mi cumpleaños de los 16.

Aya se encogió de hombros, señaló su pecho, justo donde estaba su corazón y después se pasó el dedo por el cuello.

-Ya lo sé. Tal vez él quiera matarme. Es un perro de pelea después de todo. Ha sido entrenado para eso. Todo cuestión de dinero.

Aya frunció el ceño.

-Es la verdad, y lo sabes. Somos perros de pelea. Yo no necesito el dinero pero me gusta esto. Me gusta la euforia, la adrenalina. Tears está enfadada conmigo. Bueno, ya viste cómo se puso a gritarme el otro día. Y Sky pasa de hablarme. Empiezo a estar un poco cansado de mis hermanas. No debí haber vendido mi ático, podríamos estar allí muy tranquilamente sin el resto de la neurótica familia Capobianco.

El atardecer estaba pronunciándose cada vez más hasta casi ser invadido por la oscuridad. Aya le dio un toque en el brazo y señaló un viejo edificio. Se ajustó la blusa y se alisó el pelo. Aparcaron justo en frente.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora