Capítulo XX

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El edificio había sido derruido. Habían construido un café con recreativos para los niños. Kiara sabía que aquel era el lugar. Todas sus pesadillas habían cobrado forma tras leer el diario de Wendy Wolf. Ahora estaba segura; ella era su madre. Recordaba su pelo largo oscuro, sus ojos de chocolate, cómo la llamaba. Sí, la llamaba Heaven. Y ponía música muy alta. Olía siempre a canela.

¿Lo sabría Hell? Esperaba que no porque no se lo perdonaría... Durante un tiempo. Sus recuerdos eran una madeja enredada y le costaba hasta respirar. Haber husmeado aquel diario no había estado bien. Sentía sus emociones a flor de piel. Quería llorar. ¿Cómo su madre había pasado por todo eso? ¿Cómo habían podido hacerle tanto daño?

Aquel café era el lugar donde su madre había muerto. Allí se había alzado el edificio. Entró. No había mucha gente a aquellas horas. Una mujer sentada con su amiga la miró con sorpresa. Los que debían ser sus hijos correteaban un par de metros más allá. Ni siquiera se enfadó. Estaba cansada hasta para eso. Se acercó a una mesa y dejó caer la mochila en el asiento. Sacó un espejito del neceser y lo que vio la asustó hasta a ella. Parecía una drogadicta recién salida de rehabilitación.

Trató de marcarle varias veces a Hell. Se arrepentía mucho de no haber venido con él. Solo quería contárselo todo y que sufriera con ella. Si no le cogía el teléfono ahora mismo iba a...

-¿Qué te pongo, guapa? - le preguntó el camarero.

Vaya, a él no parecía importarle sus pintas de vagabunda. Sonreía con una mirada coqueta.

-¿No es obvio? - contestó – Una copa o lo que sea que tenga más alcohol aquí.

Para recalcar que no tenía ganas de tonterías habló con voz muy brusca. Era guapo, pero no el momento y lugar indicados. No tenía ni la menor idea de la bomba de relojería que llevaba Kiara en el pecho.

-Lo mismo para mí.

León acababa de sentarse frente a ella. Llevaba una camiseta de tirantes a pesar de que hacía frío y una mochila negra como Kiara. Tenía ojeras bajo los ojos y prácticamente tenía la misma cara de colgado que su acompañante.

-No te he dado permiso.

El camarero quiso intervenir para hacer que León se levantase.

-Traiga lo que hemos pedido y déjeme solucionar mis cosas – Kiara arqueó las cejas -. Largo.

-Deberías ser algo más educada, peque – dijo León mientras el chico se marchaba enfadado -. Podría echarte laxantes en la bebida.

-Lo sé – rio Kiara sin ganas -. ¿Qué haces aquí?

León se encogió de hombros. Miró por la ventana y sacó un paquete de tabaco. Le ofreció uno.

-Tenía que visitar a un amigo. Acaba de ser padre.

Kiara se puso el cigarrillo entre los labios. Cuando vio que no tenía un encendedor casi lo mata.

-No puedes fumar aquí dentro, peque – León se cruzó de brazos sobre la mesa.

-¿Entonces por qué me lo das? - casi le gritó con furia.

-La costumbre.

Dejó el cigarrillo sobre la mesa y se mordió la uña del dedo pulgar. Apartó la mirada intentando retener las lágrimas. Estaba al borde del llanto. Estaba tan harta de todo, tan confundida. Todos los sentimientos estaban enquistados en su interior y no podía sacarlos a la luz.

León la miraba sin inmutarse. Era una mezcla de tranquilidad controlada y fría calidez. Sí, así lo habría definido, como una fría calidez. Estiró una mano por encima de la mesa y tomó la suya. Kiara clavó sus ojos borrosos en él.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now