Capítulo XXIII

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Al parecer había un traslado inminente. Hell, en la camilla, se cubría los ojos con el brazo. Que apagaran la maldita luz de una vez.

-¿Dónde coño vamos?

Su médico le pidió que se tranquilizara, que era solo un trámite. No sabía que trámite podía tener que ver con moverlo de su habitación pero no estaba en condiciones de quejarse de nada. Estaba muy mareado; sabía que le habían inyectado tranquilizantes. Eso implicaba relajación, serenidad... Una mierda, ni siquiera veía con claridad lo que tenía delante. Y lo peor, creía que iba a vomitar en cualquier momento.

-¿Podrían ir más despacio? Me va a estallar la cabeza.

Escuchó la voz de su madre tras él, convertida en una silueta borrosa con carmín. Estaba también Tears con el niño, incluso Sky. Creía que no volvería a acercarse por allí después de la tremenda discusión que habían protagonizado. Había sido todo culpa de su hermana, por supuesto. Se metía en cosas que no le incumbían e intentaba manejar su vida como hacía con todos a su alrededor. Si ella había querido arruinarse la vida casándose con ese idiota de Reynolds, que se aguantase porque había sido su decisión. Pero que no intentase ahora controlarlo.

-Mamá, ¿qué ocurre? - preguntó mientras la bilis le subía por la garganta.

No habría empeorado, ¿cierto? Ya se encontraba bien. Bueno, hasta que le habían dado esa mierda por vía intravenosa. A lo mejor no había sido buena idea lo de la fiesta en su cuarto y era cierto que los medicamentos no podían mezclarse con alcohol, a pesar de que él lo había hecho en infinidad de veces y nunca había pasado nada.

"Nunca pasa nada hasta que pasa", pensó sin poder incorporarse.

-Te trasladamos. Aquí no estás bien.

-¿Trasladarme a dónde?

-A casa.

-¿A casa?

Había querido que fuese una exclamación, pero estaba demasiado débil hasta para escandalizarse. Tenía que ser una broma, a casa. ¿Cómo diantres iba a recuperarse allí? Rodeado de familiares y atenciones las 24 horas del día. No, un enfermo como él necesitaba soledad, una cajetilla de tabaco y un par de revistas porno. Nada de amor familiar. En todo caso el de Kiara.

-¿Cómo voy a recuperarme en casa?

-Ya casi estás bien – la voz de Tears le llegó turbia.

-Solo tienes que tomarte la medicación y puedo costearme tenerte vigilado en casa. Después veremos qué hacemos.

Estaba demasiado confundido por los calmantes para pensar con claridad. Sabía que decían cosas que no lo beneficiaban en absoluto, cosas como lo que acababa de decir su madre. "Después", ¿después qué? ¡Después nada! Tenía un muy mal presentimiento. Si al menos pudiese contactar con Kiara...

-¿Es necesario hacer esto? Creo que esta vez sí voy a morirme.

-No digas tonterías – lo cortó su madre con una mano posada en su pecho -. ¿Respiras bien?

-Perfectamente, mamá.

-Entonces cállate, no vayas a quedarte sin aliento.

Hell soltó una risita débil sin apartar el brazo de sus ojos y vio por la rendija a su madre intentando no sonreír. Estaba muy enfadada, pero había habido veces peores. Podría solucionarlo sin mucha dificultad, no tenía ninguna duda. Y seguiría bebiendo. Y seguiría colocándose. Era lo que Hell hacía.

Salieron por una de las puertas traseras. Lo supo porque la camilla no cabía del todo y chocaron un par de veces hasta conseguir pasar con ella. Aquellos cuatro golpes le dolieron en el alma; sintió como si su cerebro rebotase dentro de su cráneo. Y, encima, DD Junior lloraba. Hell no le echó la culpa a su sobrino; se la echó a su hermana por llevarlo hasta allí. ¿Qué pintaba un niño en un hospital? Debía estar en casa, jugando con los coches y los soldaditos en vez de ver a su estúpido tío postrado en la cama de un hospital. ¿Qué tenía eso de entretenido?

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now