Capítulo VIII

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-¿Y el BMW?

Kiara se quedó de pie junto al coche negro junto a la acera. Con aquellos zapatos parecía un pato. Es más, andaba como uno.

-Es un Cadillac de 1960 – contestó Hell -. ¿No es precioso?

La sonrisa que dibujó hizo que se le acelerase el pulso. Aquel trasto le gustaba de verdad, más incluso que su preciado BMW. Si a él le gustaba entonces a ella también.

-¿Vas a subir o no?

-Primero quiero mi dinero – pidió.

Hell abrió la puerta del copiloto y le tendió el billete cuando ella se sentó. El olor del coche era exactamente como el del antiguo BMW. La tapicería nueva, el tabaco, el alcohol y el propio aroma de Hell formaban una nube embriagadora.

-Puedo devolverte los zapatos – dijo intentando parecer tranquila -. Dudo que puedas conducir descalzo.

Las cejas de él se arquearon durante unos segundos, como si no pudiese creer lo que acababa de decir. Tensó los labios y quitó el freno de mano.

-Limítate a ponerte el cinturón.

Kiara obedeció casi mecánicamente. La situación le resultó tan irreal que tuvo que morderse la parte interior de la mejilla para asegurarse de que no iba colocada. "Tal vez no haya sido buena idea aceptar", susurró su subconsciente, "Tal vez esto no es una buena idea". Se mantuvieron un par de minutos en silencio, mirando fijamente al frente, hacia las calles iluminadas y solitarias. Dado que él no parecía muy predispuesto a comenzar, ordenó las ideas en su cabeza lo más rápido que pudo.

-He conocido a Aya – dijo.

Hell giró la cabeza levemente hacia ella.

-Interesante.

Kiara apartó la mirada de nuevo hacia el frente y asintió, ambos lo hicieron.

-¿Sabes? - Hell paró en un semáforo y giró levemente hacia ella – Una de las cosas que más me cabrea, niñata, es que toda esa mierda que has estado haciendo este último año está recayendo sobre mi. Quiero decir, yo no te he obligado a nada.

"Ahora no", contestó Kiara en su interior.

-No voy a echarte ningún sermón ni nada de eso si es lo que piensas.

-Tampoco tendrías derecho a hacerlo.

-Por supuesto que no, tampoco tendría derecho a hacerlo.

-¿Entonces?

Hell se encogió de hombros.

-Me cabrea. Punto.

Un nuevo silencio tenso que invadió el coche hasta cargarlo de pura electricidad. No sabía qué esperaba que dijera. ¿Un "siento haber sido tan zorra todo este tiempo porque ahora todo el mundo te echa las culpas a ti"? Podía notar en el tono de Hell que se lo estaba reprochando aunque no lo dijera, pero lo estaba haciendo. El muy cabrón se atrevía a protestar.

-No he hecho nada malo – contestó alzando levemente la voz -. Rectifico, no he hecho nada que tú no hayas hecho antes.

-Enhorabuena, Kiara, ¿quieres un premio por ello?

-Quiero que dejes de hacer eso.

Hell arqueó las cejas.

-¿Hacer el qué?

-¡Eso! - exclamó irritada - ¡Mirarme como si te hubiese decepcionado! No tienes ningún derecho a mirarme así, ¿está claro? Ninguno. Y mucho menos tú, Hell Capobianco.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now