Capítulo XXI

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Hacía mucho calor allí dentro. Le ardía el costado y el oído derecho. No sabía con exactitud dónde estaba, pero sabía que estaba vivo. Sí, el infierno tenía que ser algo más que completa y apabullante oscuridad. ¿Y si estaba en coma? No lo creía probable. ¿Se podía pensar estando en coma? Oh, la había cagado pero bien. Era un idiota de primera.

Aunque le era imposible moverse, oía las voces a su alrededor. Sobretodo la de su madre. Debía estar en un hospital. Olía fatal, una mezcla entre mediación e instrumental médico. Solo las oleadas suaves e intermitentes del perfume de Babe, hacían que no se volviera loco. No podía morirse justo ahora. Tenía muchas cosas de las que ocuparse todavía.

-¿Nada? - era la voz de su tío Jack.

-No – Babe le apretó la mano.

¿Qué era aquella cosa que le rozaba la garganta? Genial, un tubo respiratorio. ¿Qué tan mal había quedado después de todo?

-¿Por qué no vuelves a casa con las niñas y descansas? Yo me quedo con él.

-No – volvió a apretarle -. Tengo que estar aquí cuando se despierte.

Un silencio tenso quedó perpetuo en el aire. Algo iba mal.

-Babe, no va a despertarse.

Las palabras de Jack Golding, emborronadas por la bruma de sus sentidos adormecidos, le produjeron tal sentimiento de pánico que creyó que enloquecería.

-Sí va a despertarse, sí va a despertarse – repitió su madre con voz angustiada -. El médico puede decir lo que quiera, lo despediré y contrataré a otro mejor. Él no conoce a Henry.

-Babe... Han pasado los tres días de coma inducido y no se ha despertado, no va a poder volver a...

-¡Cállate! - lo cortó furiosa - ¡He dicho que va a despertarse, joder!

"Coma inducido", saboreó la amarga sensación de que estaba metido hasta el fondo. Sabía lo que su tío había querido decir, era la cruda realidad. Sky se había caído en una ocasión por las escaleras, cuando su hermaneo Daemon todavía vivía. Se había golpeado la cabeza y se vieron obligados a inducirle el coma. Si no hubiese despertado por sí misma, no lo habría hecho jamás. Nadie del exterior podía hacer nada. Sky sí despertó.

-Voy a traerte un café – dijo Jack con la suficiente prudencia de no volver a abordar el tema.

Hell oyó la puerta cerrarse. Tenía que hacer algo. Estaba despierto, maldita sea, lo estaba. Notó la cabeza de su madre sobre su pecho y como las lágrimas le mojaban el cuello. Podía no despertarse. Podía quedarse en aquel bucle, aquel estado de inconsciencia para siempre. Estaba encerrado en su propio cuerpo, era horroroso.

-No voy a perderte a ti también, cielo. No lo soportaría – susurró Babe -. Daemon se fue, tu padre se fue, pero tú no vas a irte a ningún sitio. Confío en ti.

Escuchar no ayudaba demasiado. "Lo intento, mamá, de verdad", gritó en su interior. La forma de escapar debía estar escondida en alguna parte. Sentía que necesitaba un golpe en la cabeza o en el pecho, un golpe muy fuerte, para volver a colocar su mente en su cerebro. Algo parecido a cuando uno se disloca en hombro.

Su tío Jack volvió tras unos minutos. Babe se levantó y se alejó de él. Oyó más voces aunque no acababa de reconocer de quiénes eran. Estaban demasiado lejos.

Algo le acarició la oreja. Era pelo suave y sedoso. Reconocía su olor. Era Aya. Su "mujer" posó el dedo índice en su pómulo y sopló suavemente. No sabía lo que quería decir con aquello, pero se sintió muy bien. Quería abrazarla. Entonces sintió el tacto de sus labios sobre su oreja. Se estremeció en su interior.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora