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Una hora después los hombres de Sentenza volvieron para recogerle, explicándole dónde iban de camino al coche. Lo extraño fue que le pegaron un repaso con la mirada antes de salir del hotel, comprobando que iba mejor vestida y olía bien. Ailén, aunque se hubo echado un poco de colonia en el cuello y el vestido, volvió a olerse a sí misma, pero aquel perfume era infalible. Se le quedó un olor afrutado y fresco, poco característico en ella, que no usaba perfume.

Lo poco que consiguió sacarles de información era que iban a la celebración de la apertura de la casa de apuestas, una fiesta de etiqueta. Ailén se miró las deportivas al entrar al coche con algo de vergüenza por haber dejado los tacones altos que le habían proporcionado dentro de la bolsa. Había pensado que era lo mejor, ya que no sabía andar con ellos. Al menos con aquel vestido y perfume podía pasar más desapercibida entre la gente de Dagta, lo cual era bueno para ella, ya que no le gustaba llamar la atención.

En las calles veía enormes carteles promocionales y luminosos a través de su ventana. En el más grande todos, aparecía Tracer con uno de sus característicos cascos rojos anunciando una línea de ropa. En otro, sus seguidores le deseaban suerte para una competición que se celebraba en los próximos dos días.

Nunca antes Ailén se había dado cuenta del enorme impacto que su conocido de la infancia había logrado en todo aquel tiempo sin verle, era algo estremecedor si se paraba a pensarlo. Le hacía verse insignificante en comparación a aquella gran pantalla donde parecía un gigante.

El coche llegó al parking subterráneo de un alto y alargado edificio blanco con cámaras de seguridad. Pasaron dos controles sin problema, pudiendo aparcar en una plaza especialmente destinada a ellos con el nombre de "Sentenza CORP".

Mediante un gran ascensor en el subsuelo, accedieron a las últimas plantas del edificio.

Ailén se preparó para, cuando las puertas se abrieran, no quedarse atrás. Al otro lado, una sala oscura le esperaba, con cientas de lucecillas entre-conectadas en el techo y candelabros en las mesas redondas como única fuente de iluminación. Las mujeres llevaban vestidos largos y los hombres esmoquin. Bebían un champán azulado de sus copas de cristal y tenían conversaciones apagadas.

Sentenza estaba en el centro, con una copa en la mano y riendo a carcajadas con señores más mayores que él. Ailén no se atrevió a unirse a su entretenida conversación y prefirió dar una vuelta alrededor de la sala, ya que no conocía a nadie. Sentía las miradas de los hombres de seguridad puestas sobre ellas cuando pasaba cerca. Era evidente que la vigilaban de vez en cuando, cosa que no le gustó, ya que le hacían sentirse atrapada en aquel lugar.

Un camarero le ofreció una bebida azul de las tres que quedaban en su bandeja, pero Ailén se negó. No bebía alcohol, solo le apetecía salir fuera para echarse un cigarro, pero no tenía ninguno a mano y no quería preguntarle a nadie.

En ese momento Sentenza le vio y le dedicó un pequeño saludo con la mano. Una chica morena de pelo rizado con un eléctrico vestido azul que resaltaba su brillante piel a su lado puso sus felinos ojos en ella, sonriéndole. Ailén apartó la mirada, pero antes vio cómo el hombre le mandaba que se acercase a donde estaba. Se preguntó por qué Sentenza querría que mantuviera una conversación con una desconocida en ese momento.

La chica, un poco más mayor de lo que era ella, caminó con seguridad y carisma atrayendo miradas, hasta estar cerca de Ailén.

— Soy Rubí, la sobrina de ese tío de ahí. Me ha dicho que hable contigo, que te encontraré interesante.

— No sé qué decir.— Dijo desconcertada por el parentesco.— Puedes decepcionarte.

— En dos noches nos veremos en la copa Dagta de motociclismo, será más divertido si conozco a alguien que no sobrepasa los cuarenta años.

— ¿Motociclismo? ¿Sabes si compite Tracer?

— ¿Tracer? Por supuesto.— Rubí puso los ojos en blanco, cansada del aparente monotema.— Su tan esperado regreso a las carreras. Ganará seguro, si no va puesto hasta las cejas. Oye, ¿es verdad que eres de Ragta? Nunca he estado. Dicen que allí no hay ley, que puedes hacer lo que quieras.

— Es verdad.

Los claros ojos de Rubí se iluminaron de diversión al escucharlo, dispuestos a hacer lo que fuera con tal de conseguir lo que le apetecía hacer. Y, delante de ella, unos centímetros más baja y envuelta en una chaqueta bomber, veía su vía de escape.

Ailén miró más allá de ella cuando Sentenza llamó a que los invitados se reunieran para hacer un brindis por la apertura de su nueva casa de apuestas, de la que se veía muy emocionado. Ella se quedó unos pasos atrás de la multitud y avisó a Rubí de que iba al lavabo.

Se acercó a un segurata y le preguntó si tenía un cigarrillo. El hombre le dio uno y un mechero que sacó de su bolsillo sin decir nada, y le dejaron pasar a un estrecho pasillo fuera de la sala, de camino hacia los baños.

Allí, lejos del ruido ensordecido por el interior, solo podía escuchar sus pasos. Cuando escuchó los de otra persona delante de ella.

No le dio tiempo a levantar la cabeza para ver quién era, pero era una figura alta que le resultaba algo conocida.

— ¿Eryx?— Le preguntó al aire.

Ailén siguió la sombra por el otro pasillo, que cada vez se encontraba más y más lejos. Corrió detrás de ella, tirando su cigarrillo al suelo, pero el hombre volvió a darle esquinazo una vez más.

Ella no se dio por vencida, hasta que pudo ver una parte de su rostro cuando el chico giró la cabeza hacia atrás, justo antes de cruzar otra esquina.

Ailén dejó de correr para quedarse quieta en mitad del pasillo, con el corazón a punto de salírsele del pecho. Podía escucharlo bombear rápidamente en sus orejas, mientras trataba de recomponer su respiración, pero estaba demasiado impactada como para poder hacerlo.

Había visto a Yael. A su hermano muerto.

Al principio pensó que sus ojos se la habían jugado, pero luego tuvo claro que era él. Estaba como la última vez que le vio y vestía la misma ropa.

Continuó caminando con el fin de alcanzarle, pero al doblar la esquina este había desaparecido y ella se encontraba de nuevo en la sala donde se estaba celebrando la apertura, con música clásica y bailes.

Ailén se sentó en una mesa apartada y vacía, recuperando el aliento. Rubí se sentó en la silla a su lado, comiendo un trozo de aperitivo elaborado que había quitado de una bandeja en otra mesa.

— Oye, ¿y conoces sitios en Ragta para ir por la noche? Los clubs de aquí están pasados.

En su interior, la chica agradeció a Rubí por distraerle con otro tema de manera inesperada, no quería pensar en el fantasma de su hermano.

— ¿Por qué querrías ir de fiesta a Ragta? Es el sitio menos recomendable.

— Por eso justo. Estoy harta de esto que veo todos los días. Si voy alguna noche, tienes que enseñarme los mejores sitios. No quiero lo típico, quiero lo hardcore.

— No es una buena idea, pero lo haré a cambio de algo.

Rubí giró su cuerpo hacia ella y le cogió de las manos con emoción y una gran sonrisa de dientes alineados.

— Puedo darte lo que quieras.

— ¿Puedes sacarme de aquí sin que nadie se de cuenta?

— Claro que puedo.

Ailén soltó un suspiro de alivio, soltando sus manos. Si era verdad que la chica sabía la manera de esquivar a los hombres de su tío y librarse de los controles de seguridad para llegar a donde ella quería, podría estar un paso más cerca de la verdad acerca del asesinato de Yael. Estaba preparada y mentalizada para saber dónde se encontraba el cuerpo de su hermano, al que solo quería dar un entierro propio. Pero también para dar caza a su asesino, fuera Kiles o cualquier otro implicado.

Les buscaría a todos y acabaría con ellos uno por uno, sin dejar uno solo respirando.

𝗧 𝗥 𝗔 𝗖 𝗘 𝗥 Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon