𝟯𝟮

12 2 0
                                    

Como un pensamiento clavado en su cabeza, que le taladraba sin parar, la venganza blindó el corazón de Ailén. Abrió los ojos, que incriminaban al chico que le debía más que una disculpa. Quería su rendición, no tenerle a sus pies. Anhelaba algo más que simple físico.

Hizo presión con la pistola para que Tracer retrocediera hacia la pared sin mediar una palabra. El arma había dejado sin palabras a l0s dos.

Ailén le cacheó para comprobar que no estuviera armado y él se dejó, sin dejar de mirarle. Su mano golpeó sus brazos y piernas por encima de su traje, así como sus costados. Estaba limpio.

— Sabía que estabas muy rara...

— Al menos no hablo para decir mentiras.

— No miento, realmente puedo darte todo lo que tengo. Quiero compartirlo contigo.

— Yo no quiero tus migajas. Y menos medias verdades o falsas promesas.

— Lo estás entendiendo mal.

Tracer se retiró el pelo de la frente hacia atrás con la mano. Ella se separó de él, dejando de apuntarle para mirar al techo de la habitación, en busca de las palabras correctas que decir para no derrumbarse en el suelo. No podía permitirse dejarse llevar por sus emociones. La cúpula en forma de arco de color blanco bañado por la luz azul de la noche que entraba desde el balcón abierto, tenía tantos detalles y recovecos que sus ojos se perdían en ellos. Se paseó por la estancia pero al final no dijo nada, en cambio, lo hizo él.

— A veces... cuando cierro los ojos, nos veo en mis pesadillas.— Le siguió con una voz delicada.— Somos un niños felices, no nos hace falta nada más que nuestras bicicletas y las noches de verano en el campo. Estamos atrapados. Y algo nos distancia. Yo me voy y tú te alejas. Es una tontería decir que ojalá pudiéramos volver atrás en el tiempo, pero es algo que querría, ahora más que nunca.

Miró al techo, igual que ella, pero no vio aquello que parecía fascinarla. Para él solo era una habitación más de tantas otras en la que había dormido. Lo único que podía tener de especial esa era que iba a presenciar, posiblemente, la realización más importante de su afecto hacia ella que había tenido.

— Todo era más sencillo. Pero hay cosas que no podemos cambiar.

— No, ahora lo tengo todo muy claro. Tú y mi hermano, culpando a Kiles para quedaros con el dinero y la droga.— Bajó la mirada a él, volviéndole a apuntar al sentirse insegura de verle imitar sus pasos, y dejó de caminar.— Los dos sois unos delincuentes y merecéis estar en la cárcel.

— Ailén, no hagas algo de lo que puedes arrepentirte después. Yo nunca he pretendido hacerte daño.

— ¡Cállate! ¡Lo único que quiero de ti ahora es saber por qué me engañaste!

— Te lo contaré todo, pero baja el arma.

El tono tranquilo del chico funcionó para que Ailén confiara en sus intenciones justas, ya que no esperaba mucho más que aquello, honestidad. Apuntó a sus pies, poniendo el seguro, que Tracer utilizó para moverse rápidamente y coger el arma por la culata. Se la quitó antes de que ella pudiera hacer nada para evitarlo y se la guardó. Ailén, desafiante, avanzó hacia él con intención de recuperarla.

— Quieta, voy a contártelo. Yael y yo trabajamos juntos en un negocio que se salió de nuestras manos. No pudimos hacer nada.

— ¿Negocio? No me trates como una tonta. Queríais el dinero de Kiles, ¡de Sentenza!

La chica se puso en guardia y a Tracer se le escapó una risa, pensando que se veía graciosa tratando de imitar una pose de boxeadora. No tenía ninguna posibilidad de pelear contra él y le resultó divertido verla en aquella posición poco entrenada. Ailén quiso con toda su alma que su brazo se estirara para lanzarle un puño a su atractivo pero arrogante rostro. Fue incapaz de hacerlo y, aunque lo intentó varias veces, solo quedó a medio camino. Se sintió estúpida y le invadió la rabia, de no poder hacerle el más mínimo daño, teniendo en cuenta que había sido ella la que una vez le enseñó a pelear a él, años atrás.

𝗧 𝗥 𝗔 𝗖 𝗘 𝗥 Where stories live. Discover now