𝟭𝟮

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Con todo el ruido que había causado la presencia de Tracer en el club, Ailén lo aprovechó para intentar entrar en la zona VIP.

Se acercó a los guardaespaldas, que le miraron como si fuera una pequeña hormiga en su camino, estorbando su vista a la discoteca. Ella se armó de valor y dio un paso adelante hacia las puertas, pero uno de ellos le paró.

— No puedes pasar si no tienes la pulsera.

Ella se había asegurado de ver si los de arriba llevaban una marca en las manos o algún tipo de identificación que los diferenciara de los de abajo, pero no había visto ninguna. Se preguntó si le estaban tomando por tonta, riéndose de ella, pero el hombre volvió a su puesto sin mirarle.

Decidió probar una estrategia que se le había ocurrido en ese momento, ya que no tenía nada que perder si fallaba.

— Tracer me ha pedido que suba.— Dijo con confianza.— Me ha visto bailando y le he gustado.

— Necesitas la pulsera.

— No he pagado la entrada VIP, él me ha elegido, pero si no me dejáis no puede hacerlo. Además, no querréis hacerle bajar.

La chica comenzaba a cansarse de la música que golpeaba sus oídos sin parar junto a la indiferencia de los seguratas y se volvió para buscar a sus amigas, que había perdido entre la gente hacía largos minutos. Iba a ser imposible entrar sola, necesitaba la maldita pulsera que parecía no existir, hasta que vio a un chaval de su edad con una banda roja en la muñeca derecha. Acababa de hablar con otro chico y se habían despedido con un saludo, por lo que se dirigía a las puertas donde estaba ella.

Ailén cerró los ojos durante un momento, sin poder creerse a sí misma, para luego cruzarse del brazo del chico cuando pasó por su lado, que llevaba un piercing en los labios y unos tatuajes en la frente. Fingió su mejor sonrisa, esperando que no asustar al chico de la pulsera y observó su cuerpo. Era algo más bajo que ella y escuálido, motivo que le alegró saber para después.

El de la pulsera le sonrió de vuelta, sorprendido, y le dejó pasar junto a él, cruzando las puertas que les abrieron los de seguridad, que le echaron una última mirada no muy agradable tras deducir sus intenciones. Sin embargo, una vez traspasara las puertas, no les incumbía la relación que pudiera tener con quien quisiera, ya que uno de ellos le había invitado.

Pasaron por un patio interior con una pequeña piscina rodeada de columnas griegas, con luces rojas más oscuras. Las dos chicas que había visto anteriormente en el balcón seduciendo a Tracer, mojaban sus pies cansados en esta, liberándose de los tacones de plataforma.

El chico le condujo hasta las escaleras al final del patio cubierto por un alto techo, momento en la oscuridad que ella utilizó para noquear a su acompañante de un golpe en la sien, sin embargo no tuvo la suficiente fuerza con el puño y el chico se quedó sorprendido por el golpe en su cabeza, que salió huyendo en estado de shock hacia el lado contrario. Pero Ailén no tenía tiempo para perseguirle y acabar de desmallarle, así que subió de dos en dos las escaleras de caracol a su derecha que daban al primer piso.

Llegó directamente al balcón que daba al primer piso, donde volvió a sonar la música y estaba el mismo grupo de personas que acompañaba a Tracer.

Dudó sobre si serían sus amigos, dejándole drogarse a dos días de una supuesta importante competición, aunque a nadie allí parecía importarle.

Ni siquiera se dieron cuenta cuando ella entró en una sala para buscarle, ya que no estaba con su grupo.

Al principio le costó adaptarse a la vista porque la habitación no tenía ni una luz roja, por mucho que fuera casi igual de opaca que el patio interior con piscina. La luz tenue de dos lámparas y del exterior, que provenía de una pequeña ventana detrás de una figura sentada en una butaca detrás de una mesa de alargada, iluminaba a contraluz al chico del pasamontañas. A su izquierda, un cigarro electrónico y la tabla transparente sin polvo descansaban sobre la mesa.

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