𝟮𝟬

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En la calle, las personas pasaban entre ellos sin saber el desastre que había ocurrido la noche anterior, del que no quedaba más rastro que rumores en internet y alguna fotografía o vídeo circulando por las redes. Las noticias todavía no habían confirmado nada sobre Kiles y solo se limitaban a informar sobre el accidente de Tracer, que ocupaba las pantallas digitales de los edificios de Dagta.

Ailén seguía el ritmo de los pasos de Eryx para no quedarse rezagada mirando los enormes carteles.

— ¿Qué pasó ayer?

— Kiles cayó en la trampa buscando a Tracer, pero iba tan armado como nosotros. Además tuvo ayuda de un grupo de sujetos enmascarados. Después de dos bajas, se escaparon en un coche hacia Ragta, Ahora está en busca y captura, pero sé que le encontraremos muy pronto.

La chica cerró sus manos en puños, visiblemente decepcionada. El rostro contrariado de Eryx le decía que él también lo estaba, aunque parecía tener una pequeña esperanza en poder capturarlo pronto. Aún así, Ailén se relajó al observar su cara magullada cuando cruzaron la avenida y Eryx se acercó más a su lado.

— ¿Estás herido?

— ¿Herido?— Se sorprendió, abriendo los ojos.— No... no.

— Pero tienes eso.

Ailén señaló los puntos de su frente y él recordó de pronto su herida, sin darle importancia.

— No es gran cosa. Di de frente con un sujeto que iba con Kiles e intentó dejarme inconsciente.

— ¿Kiles tiene seguidores? ¿¡Por qué?!

— Atrapamos a dos. Está utilizando a los de las revueltas contra la subida de los impuestos de Sagta. Les está proporcionando armas para atacar a los antidisturbios a cambio de unirse a su propia defensa.

Eryx bajó las escaleras de la boca del metro y Ailén le siguió por detrás, pensando en cómo las cosas se habían torcido tanto. Los ciudadanos en Sagta estaban hartos de pagar impuestos más altos de lo que se podían permitir y temían desesperadamente acabar como las personas de Ragta, en el más sucio y profundo agujero de la sociedad. Las protestas que habían empezado como pacíficas unos meses atrás, se habían vuelto revueltas constantes contra las fuerzas policiales.

Kiles estaba aprovechando el pánico y la histeria de las personas de clase media, indispuestas a bajar de escalón social, para contener a la policía y utilizarlas como escudo.

Después de unas cuantas paradas de metro, salieron a la estación de tren de Dagta, que estaba plagada de gente frente a los sectores para bajar o subir de los trenes. Eryx sacó billetes para los dos de la máquina mientras Ailén esperaba a un lado, pero no pudo ver cuál era su destino, ya que una niña cogida de la mano de su madre le miraba como si fuese un alienígena. Ella le sonrió antes de que su madre le reprendiera por mirar mal a los desconocidos y la niña se pusiera a llorar, soltando un berrinche.

Eryx miró la hora del reloj de la estación, eran las doce y media, y se dirigieron hacia el tren que acababa de llegar, pasando el control con los billetes. Antes de subir al vagón, ella se giró hacia él y le preguntó:

— ¿Dónde vamos?

— A la central de policía, en Sagta.

En las pequeñas pantallas del techo había visto que serían dos horas y media de viaje hasta Sagta, así que Ailén se acomodó en su asiento y miró por la ventana. Frente a ella estaba sentado Eryx y a su lado una anciana con un gran bolso que ocupaba casi los dos asientos. El chico estaba incómodo por el roce del bolso en su hombro pero lo soportó con educación, aunque para Ailén fue una estampa divertida y se contuvo la risa hasta que la anciana bajó después de veinte minutos de tortura. Cuando lo hizo, se dio cuenta de que al estirar un poco más las piernas, el chico llevaba una pequeña bandolera de donde sacó un sándwich frío de máquina y una botella de agua. Se lo tendió a Ailén, que lo comió en silencio.

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