𝟯𝟱

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La jefa de policía se cruzó de brazos con unos ojos inquisitivos. Si quería romper la imagen que se tenía, y que ella había tenido sobre la supuesta víctima, debía dar mucha más información que aquella.

— ¿Has hablado con él?

— Sí, pero no me ha dado información sobre dónde está, ni nada útil para encontrarle. Sea como sea, algo me dice que no ha dejado la ciudad, pero no está en Ragta. Me pidió que eliminase todas sus cosas de casa, que no quedase rastro de él.

— Si hubiese estado ahí lo hubiese hecho él mismo.— Añadió Eryx, relajando la postura.— Tenemos suficientes pruebas para inculpar a Tracer, solo tienes que confesar lo que ha hecho. Y Yael le seguirá como piezas de dominó. ¿Tienes la... ?

Ailén metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y notó el pequeño dispositivo de grabación que escondía. Una parte de ella quería confesar y entregarle, pero la otra solo pensaba en su amigo adicto que tomó malas decisiones. No sabía si quería ser ella quien pusiera a Marco entre rejas, por mucho que odiara su comportamiento. Y aun entendiendo que si su hermano caía, él caería después por efecto, mintió.

— No, no aquí mismo. Debí dejármela en el coche de Rubi, creo.

Lyanna levantó las cejas y se puso en marcha, recogiendo un montón de papeles clasificados en una carpeta azul.

— Vale, vamos a llevarte a testificar y dejaremos que mis compañeros se encarguen del caso. Por el momento hay que esperar hasta que solucionemos las malditas reyertas...

— ¿Por qué, exactamente?— Replicó Eryx, claramente reprimido por no poder hacer más allá de su mano.— Tenemos que tomar esta ventaja ahora que las reyertas aquí, en Sagta, se están haciendo más resistentes.

— Tengo a todos los detectives trabajando en asesinatos que se están cometiendo por reyertas para llamar nuestra atención, creo que no hace falta que te explique por qué a ti, precisamente. Sé que ves las noticias, por muy ocupado que estés en protección de testigos. Y el alcalde está mordiéndome el cuello como un perro rabioso.

— ¡Pero está todo conectado! Kiles es el que está soplando la llama para que arda mientras los verdaderos culpables, Tracer y Yael, andan sueltos.

— Conoce tu lugar, Angeli.— Se impuso Lyanna, callando a su inferior en una orden.— Todos queremos que este lío se resuelva lo más pronto posible.

Eryx bajó su tono de voz y su cabeza, en un gesto de sumisión y respeto. Era la primera vez que luchaba con fervor por cerrar un caso desde que trabajaba como policía y su jefa se había dado cuenta de que, el instituto protector de Eryx sobre la chica, se había vuelto en algo más, que había dejado aflorar sus sentimientos y se había dejado llevar, peleando contra toda su lógica y su temple.

Fue también la primera vez que ella había visto más de una emoción en su rostro casi robótico.

Lyanna soltó una sonrisa irónica, pasando la lengua por los dientes. Era evidente que la chica le había trastocado tanto, según observó por la falta de vasos de café en el comedor y las ojeras de su compañero de trabajo, que el corazón de Eryx estaba en problemas muy gordos.

Tras haber pasado por un divorcio y tres amores fallidos, Lyanna dejó de mirarles, ya que no podía soportar una sola acción romántica sin que su estómago se revolcara. Sobretodo, cuando él se agachó para susurrar a la oreja de Ailén:

— Si no hacemos algo, pronto archivarán el caso de Yael. Tenemos que conseguir la grabación.

La jefa de policía descansó la carpeta en la cadera, sintiéndose de más en aquella habitación.

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