Capitulo 3

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Solo 5 minutos más



Ella estaba apretando su sueter sobre su cuerpo. Podía sentir el viento frío revolviendo su cabello corto mientras el agua tibia en sus pies aliviaba la temperatura.

Sentada en el borde de la piscina, trató de encontrar una lógica en medio del caos que encontró.

Carlos estaba actualmente en una despedida de soltero, su excitación era casi contagiosa, casi, porque ella no podía compartir el mismo sentimiento que él, y parecía que cerraba los ojos cuando se trataba de ella.
Luisana trató de arrastrarla a algún lado esa noche, pero Camila se puso firme y dijo que no iba a ninguna parte, al final Luisana lo aceptó y fue a terminar los detalles de la boda que estaba muy cerca.

Tal vez fue el destino o el poder del pensamiento, pero cuando miró hacia otro lado y vio quién la estaba mirando, quiso creer que era su Karma.

Definitivamente fue un mal momento para que él apareciera.

¿Quién en su sano juicio estaría en la piscina de un hotel a las dos de la mañana?

La respuesta fue obvia, Camila Bordonaba y Benjamin Rojas.

- Bien bien. ¿Qué hace una novia perdida sola en medio de la noche? - preguntó con una sonrisa acercándose a ella quien mantuvo la mirada fija en su anillo de plata.

- Empezaré a pensar que me estás siguiendo. - respondió ella sintiéndolo sentarse a su lado.

La proximidad hizo que su corazón se acelerara, tenía ganas de correr lo más lejos posible, pero al mismo tiempo quería ahogarse en esa sensación que él le daba.

- Estaba trabajando como ayudante de DJ en la fiesta que se esta dando acá- explicó mirándola tratando a toda costa de no enfrentarlo.

Era asombroso cómo la chica que dejó atrás todavía se mantenía en los detalles de la mujer a su lado.

Desde la delicada nariz hasta el lunar en la punta de la oreja, todo le recordaba esa época. Una época menos complicada y llena de sueños.

- Si dejas de mirarme te lo agradeceré mucho- dijo seriamente finalmente mirándolo.

Y fue en esa mirada que vio la punzada de tristeza. Lo cual no tenía sentido, se iba a casar en unas horas, pero no tenía el famoso brillo en sus ojos que él había visto tanto a lo largo de los años.

- ¿Por qué estás haciendo esto?

- ¿Haciendo qué? - preguntó confundida.

- Casarte. - respondió al verla abrir la boca para tranquilizarla.- Sé que nunca quisiste una boda como esta- la interrumpió mientras asumía una expresión de indignación.

- ¿Así como?

- Una boda en un hotel elegante, con comida, música, decoración que no refleja quién eres. Hablé con Micaela - explicó antes de que ella preguntara.

- Claro, tenia que ser Mica - murmuró en voz baja, sintiendo que la impaciencia se apoderaba de su cuerpo- ¿Y cómo sabes que no soy yo? Pasaste años fuera Benjamin, años. Mucho ha cambiado, incluyéndome a mí- dijo levantándose para alejarse de él, pero antes de eso Rojas se paró frente a ella, bloqueándole el paso.

- Puede que hayan cambiado muchas cosas, pero todavía tienes mucho de la vieja Camila. Lo sé por tu mirada, por tu sonrisa, por tus pequeños gestos cuando te contradicen- citó acercándose a ella que estaba paralizada por su acción- Tu no estás feliz - dijo mientras ella lo empujaba.

- ¿Quién eres tú para decir si estoy feliz o no? Estoy harta de que todos me digan lo que debo y no debo hacer, cómo debo o no debo hablar, o qué debo o no debo sentir. Diablos, no necesito que mi vida esté escrita para mí, y tú eres la última persona que tiene derecho a opinar en mi vida- gritó, derramando algunas lágrimas y tratando de regresar al hotel, pero Benjamin la detuvo nuevamente y la abrazó con fuerza.

- Perdón- dijo suavemente sintiendo que ella lo apretaba más fuerte. Verla así lo desarmó- Tienes toda la razón, no tengo el más mínimo derecho a opinar en tu vida. Solo quiero que seas feliz, aunque no sea conmigo- confesó alejándose de ella, se cruzó de brazos parado nerviosamente frente a ella.

- Tú no puedes hacer eso. No puedes- repitió sin mirarlo. - No tienes derecho a presentarte después de años, horas antes de mi boda y decir algo así- dijo acercándose al rojo sin poder controlar las lágrimas- ¿Sabes cuanto tiempo te esperé? Esta vez fue en vano. Nunca viniste a mí, nunca diste la menor señal de vida. Sufrí tu ausencia Benjamin, hice lo imposible para intentar olvidarte- confesó al verlo casi colapsar frente a ella.

Las miradas intercambiadas, el silencio que solo fue roto por el sonido de las hojas moviéndose a causa del viento, el frío que ya comenzaba a hacerse presente en sus cuerpos los empujó a esa realidad.

Ella acababa de decir con todas las palabras que no lo había olvidado, y estaba bastante segura de haber hecho uno de los mayores tontos de su vida.

Cerró los ojos y se alejó de él.

- Tuve que desaparecer, fue lo mejor para ti- dijo suspirando mientras ella se giraba con una expresión confusa estampada en su rostro. La tiró de la mano hacia una pequeña mesa cerca de la piscina, y ella no rechazó su toque. - No queria que ella te lastime, yo tampoco.

- Habla, Rojas- dijo seria, sentándose en la silla frente a él. Dio unos golpecitos con los dedos en la mesa de madera preguntándose si sería mejor revelarlo todo o mantener esa conversación en secreto, al final decidió contar toda la verdad.

- El día de nuestra graduación, tu madre vino a hablar conmigo. Me explicó que lo mejor que podía hacer era alejarme de Felipe, y especialmente de ti- reveló al verla apretar el puño mientras tomaba una respiración profunda.

- No puedo creer que ella haya hecho eso.

- Ella pensó que era lo mejor para ti, y creo que tenía razón- dijo triste.

- No vuelvas a decir eso nunca más. Tenerte fuera de mi vida fue lo peor que me ha pasado. Ella no tenía derecho a decidir con quién debería o no debería estar- dijo irritada al verlo abrir una pequeña sonrisa.

- ¿Y te habrías quedado conmigo? - preguntó mientras ella suspiró mirando hacia la piscina.

- Tú sabes que sí- respondió ella, mirándolo.

Con esa declaración, el corazón de Rojas se calentó y se llenó de esperanza. Sabía que estaba mal, toda la situación en realidad, pero no podía disimular el sentimiento que lo había dominado desde que tenía quince años.

El mismo sentimiento que crecía cada vez que la mujer frente a él lo miraba, lo tocaba o le abría la sonrisa más dulce que jamás había visto

- ¿Puedes dejar de mirarme así?- preguntó ella avergonzada haciéndolo sonreír.

- Eso es imposible, pequeña. Perdí demasiado tiempo sin poder mirarte. - dijo poniéndola aún más roja, pero al final ella abrió una sonrisa avergonzada.

- Creo que ya es hora de que regrese- dijo ella levantándose, pero él le tomó la mano impidiéndola.

- No hablamos durante tanto tiempo. Solo cinco minutos más, por favor- imploro mientras ella alternaba la mirada entre sus manos entrelazadas y los ojos familiares e invitantes frente a ella.

- Solo cinco minutos más- le aclaró, volviendo a sentarse.

Entre historias, recuerdos y noticias, los cinco minutos se convirtieron en diez, veinte, una hora, dos horas.

Estaban tan absortos en las risas, las palabras cariñosas y los recuerdos del otro que ni siquiera notaron el paso del tiempo y hablaron hasta que los primeros rayos de sol los despertaron.

El inicio de un nuevo día, alertándolos de la realidad que estaba presente como un peso sobre sus hombros.








Continuará....
 

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