357: Hermano Belleza

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—Señorita, yo diría que la princesa consorte de la comandancia cruzó sus propios límites —Bingtang susurró cuando se acercó para apoyar el brazo de Qin Yining—. Parece que no se lleva bien con Gu-shi en la mansión Yan.

—El príncipe de la comandancia parece prestar mucha atención a su esposa y a su concubina —agregó Jiyun.

—¿Prestar atención? Es más como si estuviera obsesionado con nuestra señorita —bromeó Bingtang—. Si el príncipe se enterara de esto, ¿quién sabe lo enojado que se volverá a poner?

Qin Yining sonrió cuando pensó en lo que podría hacer Pang Xiao. Ella nunca se había dado cuenta antes, pero cuanto más tiempo pasaban juntos, más podía decir que Pang Xiao era una persona de naturaleza celosa. Él era un tirano todopoderoso por fuera, pero era mezquino hasta el extremo en el más mínimo de los detalles cuando se trataba de ella. Ese tipo de contraste era bastante divertido.

La cuarta señorita Qin negó con la cabeza con una sonrisa y entro a su residencia.

De alguna manera, Bingtang resultó ser una profeta.

Después de la cena esa noche, Qin Yining estaba apoyada en la almohada de satén azul claro en el cálido kang junto a la ventana, leyendo a la luz de una lámpara, hasta que un suave susurro sonó desde la ventana trasera de otra habitación.

Trabajando en su bordado, Xianyun y Jiyun intercambiaron miradas. Xianyun tomó una posición frente a su señorita mientras Jiyun se dirigió hacia esa habitación para investigar.

La guardia se acercó con cuidado a la puerta, hasta que escuchó la voz de Pang Xiao que venía del interior.

—Soy yo.

Jiyun parpadeó, rápidamente levantó la cortina de la puerta para confirmar y suspiró aliviada cuando vio que era verdad.

—Su alteza.

—Mmm, ¿dónde está tu señorita?

—La señorita está leyendo. —Jiyun hizo una reverencia con una sonrisa y llevó al príncipe adentro.

Qin Yining ya había dejado su libro y se estaba poniendo los zapatos.

Pang Xiao miró a su alrededor, confirmó que realmente no había nadie más y agitó una mano hacia Xianyun y Jiyun.

Las dos sirvientas se miraron y se despidieron con sonrisas secretas.

El príncipe primero apagó la lámpara y luego ayudó a Qin Yining a sentarse. Se inclinó para palmear sus pies cubiertos con calcetines blancos en sus grandes manos. Frunciendo el ceño, señaló:

—Tus pies están tan fríos. Mantenlos en el kang y caliéntalos.

—Creo que me llevará un tiempo acostumbrarme al clima aquí —sonrió Qin Yining. Levantó la fina manta para cubrirse, pero vio que Pang Xiao se quitó las botas para subirse al kang. Se sentó con las piernas cruzadas frente a ella, agarrando sus pies—. ¡Ay! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Suéltame! —Ella se sonrojó cuando puso un pie en el cálido y firme abdomen de Pang Xiao. Sus dedos de los pies se curvaron mientras trataba de tirar de sus pies hacia atrás.

Sin embargo, el príncipe no la dejó. Sin soltarle los tobillos, se desabrochó la túnica y abrigó sus pies con ella. Abrazó el resto de sus piernas con los brazos y no la dejó escapar.

—¿Cómo estás? ¿Ya no sientes frío? —Se acercó riendo.

La cuarta señorita Qin lo miró con las mejillas encendidas, cada vez poniendo menos resistencia. Su cuerpo era como un mini horno y era realmente muy cálido en su abrazo. También era muy agradable sentir sus músculos bajo sus pies. Se sentía como una capa de terciopelo envuelta alrededor de una resistente pieza de hierro.

El regreso de la golondrina [Parte 2]Where stories live. Discover now