Capítulo 5

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Junio, 2017

Han pasado dos semanas desde que salí de fiesta con mis amigas, catorce días desde que conocí a Derek; lo que equivale a trecientas treinta y seis horas en las cuales, no he dejado de pensar en él.

Desde ese sábado en el centro comercial no volví a tener noticias suyas, y tampoco me he tomado la molestia de utilizar la tarjeta que me dio con su teléfono.

¿Por qué demonios pienso en él si apenas y le conozco?

Lo único que sé con seguridad sobre él, es que se llama Derek Greg, es británico, tiene veintiséis años y es muy apuesto... ¡ah, casi lo olvido! También no es difícil adivinar que tiene mucho dinero y como dato curioso, está comprometido con una mujer muy hermosa, aunque bastante odiosa.

¡Esta por casarse!

Y yo aquí, malgastando mis pensamientos en él.

Pero no podía sacarlo de mi cabeza, el recuerdo de su sonrisa y sus ojos azules, se rehusaba a dejarme en paz. Incluso en momentos de ocio, me sorprendía pensando en él, deseando verlo de nuevo o simplemente escucharlo hablar con ese acento tan peculiar.

Me negaba a aceptar que moría de ganas de verlo una vez más.

Hoy he salido temprano del trabajo, es miércoles y faltan al menos un par de semanas para la fiesta de cumpleaños de Camila. Por eso, he decido visitar algunas tiendas de disfraces que me ha recomendó una de las amigas de Yuye, para tener una idea más clara de lo que quiero que use mi hija en su fiesta.

Obviamente, Lucia quedo muy enojada conmigo porque no la deje acompañarme; ella no podía hoy sino mañana, porque en la tarde tenía que asistir a una reunión en la compañía de baile luego del trabajo. Y yo, realmente no tenía ganas de esperar y tampoco tenía otra cosa mejor que hacer.

Me encuentro recorriendo a pie las calles del centro de la ciudad, son alrededor de las dos de la tarde y hay una cantidad considerable de personas caminando los alrededores, revisando tiendas, haciendo compras; al igual que en las aceras, un sin número de vendedores ambulantes que al igual que muchos otros salen a la calle a tratar de ganarse la vida de forma sana, ya que los trabajos en este país no abundan y el sueldo no alcanza.

Hay mujeres con niños, hombres jóvenes, personas mayores, incluso niños que deberían estar en la escuela, o en casa bajo el resguardo de sus padres. Es lamentable que en esto se haya convertido la realidad de muchas familias en este país, que en algún momento fue bastante prospero.

Sin embargo, esta realidad tan triste no es exclusiva de este país, sino de muchos otros en toda américa del sur. Siempre que salgo a la calle y me encuentro con esto, agradezco infinitamente a Dios y a la vida, por tener todo lo necesario para el sustento de mi hija y nuestro hogar.

Estoy tan absorta en mis pensamientos que no he notado que una camioneta negra, bastante lujosa, avanza lentamente unos pocos metros más adelante, cerca de la acera por donde voy caminando; ¿acaso está siguiendo a alguna de las dos personas que caminan más adelante?

Me detengo por curiosidad, observando que hace a continuación la camioneta, esta sigue avanzando un poco más y luego se detiene. Miro a ambos lados y me percato que sin darme cuenta me he alejado unas cuantas calles de la dirección a la que voy.

Justo donde me encuentro, pocos carros circulan por las calles trasversales, no vienen personas tras de mí y las que iban delante, ya llevan un buen trecho recorrido. No estoy asustada, pero si un poco extrañada de que una camioneta como esta, ande circulando por esta zona. Es demasiado llamativa y no tiene placas, no estoy segura pero podría jurar que se parece a una de esas camionetas que usan las personas diplomáticas.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now