Epílogo

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Aunque no sea Conmigo...

18 de Agosto, 2018

― ¡Mami, apido! ―Mila tiró de mi mano con mucha prisa.

Estaba tan grande y más hermosa que nunca, hacia casi un mes que había cumplido sus dos años. Se veía tan guapa y coqueta con ese vestido de tul blanco, su pelo rubio estaba más largo y pequeñas ondas se formaban en las puntas.

― ¡Ya vamos princesa, cálmate! Llegaremos a tiempo ―repasé por última vez mi boca con un pintalabios frente al espejo.

Camila hizo un mohín y luego resopló derrotada; no tardó mucho en abandonar la habitación.

A veces era difícil creer que sólo tenía dos años; sus gestos y actitudes eran las de un niño de más edad.

Me levanté del tocador y fui por mi cartera; el vestido que había escogido Karen para esta ocasión me quedaba lindo, aunque un poco flojo, ya que estaba perdiendo peso. Mi pelo rojizo estaba recogido en un moño alto y algunos mechones colgaban fuera de esté.

Guardé mis llaves y el celular en mi bolso de mano, me di otro vistazo en el espejo y sonreí satisfecha con el resultado final.

― ¡Pero que buenota te ves, Ámbar! ―Elogio mi abuela al verme salir por el pasillo.

Di una vuelta entera al estar en medio del salón.

―Tú tampoco te quedas atrás, vieja sin vergüenza ―me acerqué a ella para darle un buen repaso a su cuerpo añejado, pero bien conservado; un vestido sobrio y de color burdeos adornaba su conservada figura―. Parece que la que se va a casar eres tú.

Yuye rodó los ojos.

―Qué exagerada eres carajita ―me regaño―. No juegues con mis emociones, que luego me lo creo ―espetó sonrojada y me reí sin que me viera.

Caminé hasta el sofá para ayudar a Mila, quien peleaba con un juguete que no entraba en su diminuto bolso de mano.

Nemo, estaba echado sobre la alfombra con gesto pesaroso al entender que en esta ocasión el no iría con nosotros.

―Estamos sobre la hora, Ámbar―Yuye miraba el reloj en su muñeca―. No quiero llegar tarde porque luego me ganan el centro de mesa.

Mi abuela era amante de la puntualidad.

―Tranquila, ya debe de estar por llegar ―recompuse mejor el vestido de Mila y la pequeña sonrió encantada.

―Ese muchacho debe aprender a ser más responsable ―refunfuño como siempre―. No olvides que Mila llevará los anillos ―y por arte de magia el timbre de la casa sonó.

―Ese debe ser él ―me levanté y fui a abrirle.

Y en efecto así era, estaba bastante apuesto con un traje negro clásico y una pajarita.

Una sonrisa despreocupada bailaba en su rostro; me observó con detenimiento y asintió con aprobación.

―Estás bellísima, nena ―sonreí con odiosidad.

―Gracias ―tire de su mano para que entrara y le di un beso en la mejilla―. ¿Nos vamos ya? A mi abuela esta que le da un telele pensando en el centro de mesa ―disimulo un sonrisa pícara.

Y como un torbellino Mila se acercó hasta donde estábamos.

― ¡Papiiiiiiii! ―gritó saltando a los brazos de su papá.

― ¡Princesa, te ves hermosísima! ―la pequeña se sonrojó por el cumplido, aunque disfrutaba ser el centro de atención―. Incluso más hermosa que tu mamá ―le dijo en un susurro que escuché claramente; rodé los ojos divertida.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora