Capítulo 6

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― ¿Puedo hacer una pregunta?

―Supongo que si ―le respondo, aunque intuyo muy bien lo que Derek quiere saber.

Lo miro por el rabillo del ojo mientras finjo estar examinando un traje de princesa.

― ¿Por qué buscas disfraces? ―Cuestiona.

Le doy un vistazo y luego dejo en su sitio el disfraz que estaba mirando. Contengo la respiración al verlo tan guapo, no termino de convencerme de que él es real y que está aquí, justo frente a mí porque insistió en acompañarme.

Hoy había descubierto algo nuevo de él, es un hombre muy testarudo.

―Lo necesito para una fiesta ―respondo, midiendo su reacción; una de sus cejas se eleva sutilmente―. Y antes de que me lo preguntes, no..., el disfraz no es para mí, es para mi hija.

Su inquietud es predecible luego de haberme acompañado a revisar varias tiendas de disfraces en la sección infantil, tres para ser exacta; estamos justo ahora en la cuarta tienda. Han pasado unas dos horas, en las cuales él ha sido muy paciente, solo limitándose a observar lo que hago, dando su opinión solo cuando se la pido.

―Una fiesta de disfraces suena divertido ―dice viniendo tras de mi por el siguiente pasillo de la tienda.

―No se trata precisamente de una fiesta de disfraces ―comento distraída, ojeando por encima las etiquetas de algunos trajes que en definitiva no puedo darme el lujo de comprar.

―No entiendo ―murmura―. ¿Es o no una fiesta de disfraces?

―Es una fiesta pero no de disfraces ―me detengo al final del pasillo, veo la hora en mi reloj de pulsera, ya son casi las seis y aún no he decidió que comprar.

En el caso de las opciones económicas y accesibles a mi presupuesto, ninguno de los modelos que he visto me ha gustado tanto como para querer comprarlo. Bueno, a excepción de un bello traje de bailarina de ballet que vimos en la primera tienda de nuestro recorrido, solo que su precio rebasaba tres veces el precio total del dinero que tengo disponible para la compra.

En momentos como estos, es cuando más odio vivir en un país hundido por la mediocridad de sus gobernantes, gracias a su errado concepto de socialismo nos han arrastrado a todos a la miseria de vivir al día con los gastos y de tener que hacer maromas para llegar ilesos a fin de mes.

―Se trata del cumpleaños de mi hija ―aclaro, al ver el gesto de confusión en el hermoso rostro de Derek.

Derek abre los ojos al entender al fin de que se trata todo el asunto de la búsqueda del disfraz perdido.

―Oh vaya, eso es genial ―dice, entusiasmado―. ¿Cuándo es?

―El veintinueve de este mes. Cumple su primer año y quiero hacer algo especial ―respondo, omitiendo que ese día también es mi cumpleaños; no creo que a él le interese saberlo.

Asiente, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, parece estar pensando en algo.

―Bueno y no te ha gustado nada de lo que has vistos hasta ahora ―pregunta, acercándose a uno de los colgadores, tomando un disfraz de abejita para mostrármelo―. ¿Qué tal una dulce abejita?

Niego con la cabeza, arrugando la nariz en una mueca.

―No, no ―musito, quitándole el traje de las manos para devolverlo a su sitio―. Sera mejor irnos, ya es bastante tarde y yo sigo sin decidirme, seguro tú debes tener muchas cosas que hacer en lugar de estar aquí perdiendo el tiempo conmigo.

―La verdad no, hace un rato llame a mi asistente y le pedí que cancelara mi agenda de esta tarde ―responde, elevando las comisuras de su boca en una pequeña sonrisa―. Estoy disponible para ti.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now