Capítulo 32

10.8K 737 43
                                    

28 de septiembre 2017

― ¡¿Cómo está eso que Esteban es uno de tus profesores?!

Tape mis oídos para no quedarme sorda.

―No es necesario que grites Lucia, estoy sentada justo a tu lado y puedo escucharte perfectamente ―digo con irónica evidencia.

La castaña se encogió de hombros.

― ¡Es que no puedo creer la pava que te cargas encima, chama! Tienes que hacerte una limpia, o un baño de playa, algo que te ayude con la mala suerte porque estas cosas te pasan solo a ti ―se dejó caer en el respaldo de su silla plástica con desgarbo.

Hoy me había tocado trabajar toda la mañana y al terminar, Lucia insistió en invitarme a comer porque necesitaba su dosis de chismecito.

―Que te puedo decir, la mala suerte se ha vuelto mi mejor amiga ―suspire con resignación mientras tomaba una servilleta para quitarme la grasa que el perro caliente me dejo en los dedos.

―Más que mala suerte parece que te hicieron un daño ―alza las cejas a la vez que se llevaba el pitillo de su malta a la boca para succionar lo que queda en la botella con un sonido molesto y maleducado que me hace rodar los ojos―. ¿Y qué piensas hacer? ―inquirió segundos después dejando la botella sobre la mesa y limpiándose el desastre de grasa en su boca―. Es decir, es imposible que sigas ignorando el hecho de que Esteban es el papi de nuestro caramelito y segurito que el muy pendejito se vale de ser tu profesor para rasparte la materia ―la fulmine con la mirada―... ¡¿Qué?! Todo es posible.

―Él no puede hacer eso, no es ético ―hablé con fastidio y saque de mi bandolero unos billetes de para pagarle al perrero.

Unos asquerositos siempre salvaban la patria cuando el bolsillo no se estiraba para más.

Lucia se cruzó de brazos.

―Tampoco fue ético que te dejará cuando le dijiste que estabas preñada y ¿Qué paso? ―contuve mis ganas de protestar mientras ella se sacaba de un bolsillo su parte de la cuenta, que no era mucha tampoco―. La gente no cambia, Amby, solo fingen hacerlo.

―Pues déjame decirte que él parece que si cambio y lo hizo a la malas ―ambas nos pusimos de pie y nos alejamos en dirección a la parada de autobuses.

― ¿No será que eso es lo que tú quieres creer? ―me acuso sin remilgos―. ¿O es que estas pensando perdonarlo? ―me encogí de hombros, ya mi decisión estaba tomada.

―El karma existe amiga y a él lo alcanzo, justo en su punto débil ―comente ignorando la pregunta de Lucia.

― ¿Cómo así? ―tiro de mi brazo haciéndome frenar de golpe y tropezar con un señor que venía detrás de nosotras―. ¡Echa el cuento completo mijita!

Le di una mirada de disculpa al señor que siguió su camino refunfuñando y mentándonos la madre.

¡Ay mami, te deben estar picando las orejas!

―No puede bailar ballet de formar profesional ―solté de golpe, liberando mi brazo y retomando el paso por la acera donde varios buhoneros ofrecían su mercancía―. Tuvo un accidente de tránsito al año de que me abandono y se fracturó las piernas de tal forma que no puede someterse a grandes lapsos de baile.

― ¡¿Estás hablando en serio?! ―Lucia volvió a tirar de mi brazo con brusquedad.

― ¡Coño, me vas a sacar el brazo! ―me queje de mala gana mientras me sobaba el hombro―. Pero si, estoy hablando en serio. Él mismo me lo conto, e incluso no es difícil de suponer cuando da clases. A veces parece que sufre cuando nos enseña alguna postura complicada.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now