Capítulo 37

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17 de Diciembre 2017

Intentar olvidar a Derek era una locura, algo casi imposible y tan doloroso. Llevaba días sin dormir bien, andando en automático, como una zombi sin vida y resultaba muy agotador fingir ante todos, incluso ante mis padres que habían llegado hacia dos días para pasar juntos las vacaciones navideñas. Llorar ya era una acción casi involuntaria y las venas rojizas en mis ojos lucían como parte de mi iris, fundiéndose entre el verde y el blanco.

Disimular mis ojeras ya no era una necesidad porque todos ya estaban al tanto de mi rompimiento con Derek.

Parecía que habían pasado años desde la primera vez que lo vi y nuestras miradas conectaron creando un vínculo tan fuerte entre los dos.

¿Si tan solo hubiera rechazado ese baile las cosas habrían sido diferentes?

¿Mi vida habría seguido siendo aburrida y predecible?

Seguramente sí.

Pero ya no podía remediar lo pasado y sinceramente no me arrepentía de nada en absoluto, pues estos meses junto a Derek no tenían comparación con nada. Había conocido el amor, un amor abrazador y sincero, puro y tan abrumador, que nos superó y se escapó de nuestro control; y en el fondo siempre supe que algo tan perfecto no podía ser eterno.

― ¿Ámbar? ¿Puedo pasar?

No me molesto en mirar cuando la puerta de mi habitación es abierta; su voz es inconfundible. Alicia Saavedra entra con sumo cuidado para no despertar a Camila sigue durmiendo plácidamente a mi lado sobre la cama; aún es demasiado temprano para despertarla; estas últimas noches, no había tenido corazón para dormir separada de ella, se había convertido en una especie de refugio, un bálsamo para mi maltrecho y roto corazón, verla sonreír era mi ancla con el mundo, mi tabla de salvación para tanto dolor.

― ¿Qué piensas hacer hoy?

Ella se sienta junto a mí en el colchón; me incorporo con cuidado y apoyo mi espalda contra el cabezal de la cama. Aun lleva puesta su pijama, pero su rostro parece muy despierto y su cabellera rojiza como la mía luce muy bien peinada.

―Supongo que nada.

Camila se acurruca mejor, dando vueltas entre las sábanas, hasta que consigue una mejor posición. Boca abajo con el trasero elevado; mi madre sonríe al verla.

―No puedes seguir así, Ámbar ―dice preocupada―. Damián está preocupado y está considerando seriamente ir a romperle la cara a tu ex novio.

― ¡No! ―siseo alarmada y Mila gruñe entre sueños―. Estoy bien, mami. Te lo juro... solo necesito tiempo. ¿Vale? ―me levanto de la cama, huyendo de su interrogatorio, voy directo al baño y Alicia no tarda en seguirme; se apoya en el umbral, observándome, preocupada―. No hace falta que te quedes ahí parada, mamá.

―Estoy intentando respetar tus silencios, hijita ―murmura reflexiva―, pero no esperes que me quede de brazos cruzados mientras veo cómo te hundes en la depresión por algo que tal vez tenga solución.

Hago mi mejor esfuerzo para ignorar sus palabras y comienzo a lavarme los dientes; ella continúa.

― ¡Ámbar, no puedes seguir encerrada! ―exclama tajante sin importarle despertar a los demás en la casa―. No quieres hablar con nadie, de milagro comes algo y te bañas, pero me queda claro que llevas días sin dormir, solo mírate esas ojeras tan oscuras ―alzo mis ojos hacia el reflejo que tengo frente a mí y resoplo.

―Tampoco exageres mamá. Voy a estar bien, solo es cuestión de tiempo ―rebato bajito luego de escupir un poco de espuma en el lavamanos.

―Soy tu madre, Ámbar Sofía y te conozco como la misma palma de mi mano ―me toma del hombro para que la mire a la cara―. Te estas consumiendo mientras sufres solita chiquita y me preocupa que no puedas recuperarte esta vez. Llevo solo dos días aquí y no me hace falta ver el futuro en una bola mágica para saber que el tiempo que tanto prometes para estar bien, no son unos cuantos meses ―bajo la mirada y disimulo las lágrimas que se forman en mis ojos, enjuagando mi cepillo dental; odio tanto que ella tenga toda la razón―. ¿Quieres hablarlo con tu mami, chiquita?

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora