Capítulo 16

12.9K 919 55
                                    

Tres días para el cumpleaños de Ámbar.

― ¡Vamos, Ámbar! Necesito que te concentres ―me exige con voz de mando Diego.

He comenzado con las prácticas para mi audición en la academia de artes el próximo sábado y debo confesar que no está siendo nada fácil; estas cuatro horas de ensayo sin parar, han sido agotadoras.

Los venezolanos siempre suelen decir que lo que bien se aprende jamás se olvida, pero hoy más que nunca comienzo a dudar que sea cierto.

La emoción que me embargo al despertar esta mañana, en estos momentos se ha reducido considerablemente, son alrededor de las diez de la noche y mis pies se siente levemente entumecidos por la presión que ejercen las zapatillas de ballet en ellos con cada paso que intento recordar; he vendado con mucho cuidado mis dedos pero aun así puedo sentir mi piel escocer, cosa que hace que mis pasos sean torpes y poco estilizados, lo que provoca que cada cinco minutos Diego, a quien ahora comienzo a detestar, me regañe cada cinco minutos.

―Muñeca, sé que no soy un experto en ballet clásico pero, estoy casi seguro que en un Brisé la pierna que trabaja sale de la quinta posición a la segunda posición ―su voz se escucha cansada, lo veo rascándose la parte de atrás de su cabeza.

Resoplo cansada de sus quejas y me tiro al suelo con los brazos abiertos, derrotada.

― ¡Puedes hacerlo, bebe! Solo necesitas relajar la mente y practicar ― me anima Lucia desde las butacas del público.

― ¡Me rindo! ―Grito frustrada, me levanto del suelo y bajo del escenario―. Lo siento, Diego. Solo estamos perdiendo el tiempo.

Me mira con el ceño fruncido; ―Piensas darte por vencida así nada más ―me recrimina, viniendo tras de mí; me dejó caer en el asiento al lado de Lucia.

―Estoy exhausta ―es mi respuesta mientras me acomodó un poco el pelo.

― ¿Y acaso crees que yo no lo estoy también? ―Me toma por la barbilla y me obliga a mirarle directo a los ojos―. Si no pones de tu parte, esto no va a funcionar. Eres una gran bailarina, yo lo sé y solo falta que tú lo recuerdes. Vamos a dejar este ensayo por hoy y mañana retomamos cuando salgas del trabajo. ¿Está bien?

― ¿Tengo otra opción? ―Me encojo de hombros y veo a Lucia morder las uñas de sus manos―. No seas puerca, Lulu.

―Perdón son los nervios ―dice cuando le doy un manotazo.

―Nos vemos mañana y espero que vengas de mejor ánimo ―me advierte―. Porque si no te juro que le cuento de esto a Astrid.

Me cruzo de brazos.

―No serias así de rata conmigo, ¿o sí?

Se encoge de hombros sin darme una respuesta y luego sube de nuevo al escenario por sus cosas.

―No me retes ―es lo que dice, apuntándome con su dedo―. ¿Se van ya o qué?

―Nos quedamos un rato más ―responde Lucia por las dos.

Diego asiente y se despide con un movimiento de manos.

―Creo que quiere castigarte por lo del sábado ―dice de pronto Lucia, y yo la miro de reojo con mi ceño fruncido.

― ¿De qué hablas tú? ―Cuestiono de vuelta, fingiendo no saber de qué habla.

Me inclino sobre mis piernas y comienzo a desatar las cintas de mis viejas zapatillas; fue una suerte que al haberme mudado con mi abuela, uno de mis viejos uniformes de ballet se colara entre mis maletas, cosa que de seguro había sido obra de mi mamá.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now