Narumi Ishikawa es una joven en sus 20's que ha tenido una vida llena de altos y bajos que soportó por su cuenta, solo ella. Siempre fue mala para expresar muy bien como se sentía, y nunca se sintió a salvo con nadie para hacerlo. Las cosas empiezan...
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Narumi siempre había sido una fan del arte y todo lo que involucrara el expresarse sin tener que hablar. Desde pequeña le encantaba pintar. Empezó pintando paisajes, lugares, personas. Y ahora solo pintaba lo que se le venía a la mente. Empezaba con un color y un trazo sin saber en qué terminaría, y eso era lo que más disfrutaba. Disfrutaba ir descubriendo la pintura y la forma que tomaba el boceto.
Desde que se mudó a su departamento, sacó todos los muebles y cosas que ocupaban una habitación, y la dejó completamente vacía. Dejó únicamente una silla y un atril con un lienzo en blanco. Claro, la habitación se llenaría de pinturas en poco tiempo. Hasta las paredes blancas tenían trazos aleatorios de pintura y algunos paisajes y cuerpos que la ocupaban.
Solía poner la música que más le gustara, y era capaz de sentarse toda la tarde a pintar y desahogarse con ella misma. Si se sentía feliz, triste, enojada, sola, ansiosa, estresada, lo plasmaría en los lienzos y los pondría en las paredes de la habitación. También la ayudaba a saber como se estaba sintiendo, ya que ni ella sabía lo que le pasaba a veces.
Y ahí se encontraba ella, un día después de lo ocurrido con Kazuki, pintando algo que a sus ojos, era normal. Pero cualquier persona que viera sabría del talento que tenía. Más que triste y sola, se sentía enfadada y rabiosa. Y no con Kazuki, sino con ella misma. Porque una vez más estaba sola, y era su culpa. No entendía su forma de ser, le enfadaba no poder ser lo suficiente para los demás, y no había razón alguna. Ella era así. Pero así sería para siempre, y ¿Quién la iba a querer así? ¿Estaría sola para siempre? ¿Cuál era el punto de vivir de esa forma?
Estaba tan confundida, perdida, cansada que la enfadaba. La enfadaba no tener respuestas. La enfadaba que su vida fuera tan monótona. Se levantaría cada día para repetir la misma rutina del día anterior y ¿Qué ganaba con todo eso? ¿Por qué tenía que ser todo tan aburrido?
Hundida en sus pensamientos, era imposible darse cuenta de que el lienzo, que en un principio estaba vacío, ahora estaba totalmente pintado. De alguna forma plasmaba todos sus sentimientos en la tela, se podía ver a ella misma de la misma forma que se describió anteriormente. Y era hermoso.
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