Narumi Ishikawa es una joven en sus 20's que ha tenido una vida llena de altos y bajos que soportó por su cuenta, solo ella. Siempre fue mala para expresar muy bien como se sentía, y nunca se sintió a salvo con nadie para hacerlo. Las cosas empiezan...
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Los cuatro días restantes se sintieron eternos para la chica. Sus bocetos no progresaban, su mente estaba en blanco al igual que los lienzos. Su proyecto no avanzaba para nada, y se sentiría más decaída si no fuera porque su novio finalmente ya llegaría a la ciudad.
Se habían podido comunicar un poco más esos cuatro días, lo cual era bueno. Mitsuya le contaba un poco de sus días y le preguntaba con mucho interés por los de ella, aunque nunca pudo recibir mayores detalles.
El chico llegó directamente al departamento de Narumi.
—Te extrañé mucho. —dijo la castaña mientras lo abrazaba y lo sentía finalmente.
Él la abrazaba con la misma fuerza. —Yo igual.
Ella no negaba que se había replanteado el grado de dependencia que tenía. Fue un tema en su terapia y no podía mentir descaradamente y decir que estaba perfectamente bien sin él. Pero no podía hacer mucho al respecto, más que acostumbrarse a no verlo en algunos periodos de tiempo.
Estuvo ocho días fuera de la ciudad, y Narumi sintió que su vida era muy aburrida sin él. Intentó entretenerse con todas las actividades que hacía antes, pero nada la ayudó mucho. Pintar siempre sería un placer, incluso si ignoraba el proyecto que tenía que realizar, pintar cualquier cosa era lo único que le quitaba el aburrimiento por unos minutos.
—Te traje un regalo. —sonrió él antes de dejarle un beso en sus labios.
Se sentaron en el sofá mientras él sacaba unas bolsas de distintas tiendas. Lo primero que sacó fue una trilogía de libros que ella quería hace mucho tiempo, pero no podía encontrar en ningún lado.
Al verlos, Narumi abrió su boca con asombro y se quedó paralizada, viéndolos sin poder creerlo. Permaneció así unos segundos e intercambiaba la mirada entre los libros y Takashi.
Él soltó una risa ante su reacción y tomó su rostro para atacarla con besos.
Ella empezó a reír y a chillar de emoción. —¡¿Cómo?! ¡¿Dónde?!
—Había una gran librería en el centro de la ciudad, tenían mucha variedad de libros y tenían incluso obras nuevas. Así que supuse que estaría ahí. —se encogió de hombros con su típica sonrisa coqueta.
—Te amo demasiado, gracias. —tomó su rostro y le dio un largo beso en los labios.
No podía creer lo atento que era.
—En serio te extrañé mucho, Nami. —puso una mano en su mejilla para acariciarla. —No me quiero ir de nuevo.
—¿Cuánto tiempo estarás aquí? —preguntó ella, acercándose más a su lado.
—Cinco días.
Ella arqueó las cejas. —¿Cinco días? —trató de preguntar sin sonar tan alarmada.
