Capítulo 2

278 43 25
                                    


Sehun miró apesadumbrado el imponente castillo que apareció ante sus ojos después de cruzar la última muralla de piedra y entrar en el patio. Sus sueños de escapar fueron desvaneciéndose a medida que observaba resignado la impresionante construcción. Parecía inexpugnable.


Había hombres por todas partes, la mayoría de ellos estaban entrenándose, otros arreglando una parte interior del muro, y otros descansaban, bebiendo agua de un balde que había cerca de los escalones que precedían la entrada del castillo.

Como si hubiese presentido sus lúgubres pensamientos, Taeyong se volvió para mirarlo y el pudo ver los ojos verdes del pequeño llenos de miedo. Montado detrás de él, Sehun lo rodeaba con los brazos, con las manos entrelazadas en el pecho del niño; lo apretó para darle ánimos. Pero tan cierto como que existía Dios que el mismo temblaba como una hoja en otoño.

El soldado que iba tirando del caballo en el que ellos dos iban montados, tensó las riendas y Sehun tuvo que sujetarse con fuerza para no caer de la silla. Taeyong reaccionó rápido y tiró de la crin del caballo, estabilizándolos un poco.

Finn cabalgaba a su lado y levantó a Sehun en brazos, arrancándole de su montura, pero el pequeño se aferró a el y gritó al notar que caía al suelo. Finn lo depositó de pie a su lado, sin aflojar el agarre con que estaba reteniéndole brutalmente, pero el se zafó y corrió a ayudar a Taeyong, a pesar de que seguía llevando las manos atadas.


La actividad cesó de repente a su alrededor y todo el mundo se detuvo para observar a los recién llegados. Unas cuantas mujeres del castillo miraban curiosas a Sehun desde la distancia y se llevaron las manos a la boca para susurrar sus opiniones con discreción.

El era consciente de que tenía un aspecto espantoso, pero en ese momento estaba mucho más preocupado por lo que pasaría cuando el laird Kim le viese. Que Dios lo ayudase.

En ese mismo instante, éste apareció en lo alto de la escalera del castillo y lo buscó con la mirada. Los rumores que Sehun había oído acerca de su codicia, su crueldad y su ambición lo habían inducido a creer que tendría el mismo aspecto que el diablo. Pero, para su sorpresa, resultó ser un hombre extremadamente atractivo.

Su atuendo se veía inmaculado, como si nunca hubiese puesto un pie en un campo de batalla, a pesar de que el sabía que no era así. Había curado con sus propias manos a muchos soldados que se habían enfrentado a él. Los pantalones eran de una piel que parecía muy suave y la túnica, de un verde oscuro, así como las botas, parecían muy nuevas. Colgando de su costado, resplandecía su espada, una arma letal, sumamente afilada.

Sehun se llevó instintivamente las manos al cuello y tuvo que tragar saliva para aflojar el nudo que se le había formado en la garganta.


— ¿Lo habéis encontrado? —preguntó Kim Jummyeon desde lo alto de la escalera —

— Así es, mi laird — Finn lo empujó hacia adelante como si fuese una muñeca de trapo — Éste es Oh Sehun –


Jummyeon entrecerró los ojos y frunció el cejo como si respecto a ese tema ya se hubiese llevado más de un desengaño en el pasado. Hacía mucho tiempo que lo buscaba.

Sehun se estremeció e intentó no dejarse llevar por el miedo que amenazaba con apoderarse de el.


– Demuéstramelo —ordenó Jummyeon –


Taeyong se acercó a Sehun en el mismo instante en que Finn tiraba de el, que chocó contra su pecho con tanta fuerza que casi se le cortó la respiración. Otro soldado apareció entonces a su lado y, para completar su humillación, le levantó el hábito.

Mi EnemigoWhere stories live. Discover now