Capítulo 33

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— Traigo malas noticias, laird —afirmó Gannon, adusto –


A Chanyeol no le gustó nada el tono de voz de su comandante y levantó la vista a tiempo de verlo acercándose a él, todavía cubierto de polvo por el viaje.


— ¿Traes contigo al padre McElroy? —le preguntó Chanyeol –


La premura era una cuestión de vital importancia en las circunstancias en que se encontraban. Había mandado a Gannon a buscar al sacerdote que había oficiado su boda con Sehun para presentarlo como testigo. El clan en pleno estaba esperando su llegada para poder partir hacia la corte.


— Ha muerto —contestó Gannon sin mayor dilación —

— ¿Muerto? —

— Ha sido asesinado –


Una letanía de blasfemias salió de los labios de Chanyeol.


— ¿Cuándo? —

— Hace dos días. Viajaba entre las tierras de McLauren y las de McGregor hacia el sur cuando lo asaltaron unos ladrones. Lo dejaron desangrándose y unos soldados de McGregor lo encontraron al día siguiente –


Chanyeol cerró los ojos. ¿Ladrones? Ni hablar. Los sacerdotes nunca tenían nada de valor. Ningún ladrón se habría molestado a asaltarlo. Lo más probable era que el laird Kim Jummyeon hubiese encargado el asesinato del sacerdote para evitar que testificase ante el rey.

La única carta que le quedaba a Chanyeol era que Sehun era sobrino de Sungchan y seguro que el rey le escucharía antes de tomar una decisión. A los esposos consortes nunca se las oía en asuntos como ése, pero Chanyeol no podía imaginarse al rey negándose a escuchar a alguien de su propia sangre.


— Preparad los caballos y avisad a los hombres —les ordenó a sus hermanos—. Yo iré a decirle a Sehun que partimos en seguida –


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Dos horas más tarde, después de que llegasen los soldados de Song y de McLauren que iban a proteger el castillo Park, Chanyeol y sus hombres emprendieron la marcha. Sehun cabalgaba delante de Chanyeol. Al final del convoy viajaba una litera por si se cansaba de ir a caballo, pero hasta que llegase ese momento, él le quería tan cerca como fuese posible.

Los miembros del clan se acercaron a despedirlos, con la preocupación visible en todos sus rostros. La despedida fue tensa y sombría y repleta de plegarias para que el laird y su esposo volviesen sanos y salvos a casa.


No viajaron tan rápido como Chanyeol habría viajado en otras circunstancias. Se detuvieron a pasar la noche antes de que oscureciese. Montaron las tiendas y prendieron hogueras alrededor del perímetro.

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