Capítulo 11

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Sehun estaba metido en una bañera de agua caliente, con la cabeza echada hacia atrás, con los ojos cerrados y una expresión de pura felicidad en el rostro.

Chanyeol lo observó desde la puerta, en silencio para no molestarle. Tendría que hacer notar su presencia, pero no lo hizo. Estaba disfrutando demasiado de lo que veía.

Él llevaba el pelo recogido en lo alto de la cabeza dejando su frente libre, pero aún así se le pegaban a la piel de su delgada mandibula. Chanyeol los recorrió con la vista. No obstante, se quedó especialmente fascinado con su carencia de bello corporal porque así tenia una mejor vista de sus curvas, especialmente la de más abajo. Tenía unas nalgas preciosas. Tan preciosas como el resto de su cuerpo. Sehun estaba formado por un conjunto de curvas y líneas muy agradables a la vista. Se movió y Chanyeol pensó que lo había descubierto, pero el no llegó a abrir los ojos, sino que arqueó la espalda lo justo para que sus rosados pezones sobresaliesen del agua.


A Chanyeol se le secó la boca. 


Se excitó y su erección se apretó contra la costura de los pantalones. Abrió y cerró los puños, confuso al comprobar la reacción tan intensa que le había causado el muchacho.

Estaba excitado y desesperado. Le deseaba con todas sus fuerzas. No había nada que le impidiese entrar en la estancia, sacarlo de la bañera y tumbarlo en la cama. Él le pertenecía. Sehun era suyo desde el primer momento en que puso un pie en sus tierras. Tanto si se casaba con él como si no.

Sin embargo, otra parte más retorcida suya quería que fuese Sehun el que fuese tras él. Quería que Sehun aceptase su destino y se uniese a él por voluntad propia. Sí, poseer a un doncel era mucho más satisfactorio cuando ese doncel quería ser poseído. Claro que podía conseguir que el lo desease en cuestión de segundos...


Un grito asustado resonó por el dormitorio y Chanyeol vio que Sehun había abierto los ojos; no quería que le tuviese miedo.

No se lo tuvo durante mucho rato.

Estaba tan furioso que echaba chispas y, cuando se puso en pie, el agua se derramó por los bordes de la bañera de madera y le resbaló por el cuerpo desnudo, acentuando las maravillosas curvas que Chanyeol había estado observando.


— ¡Cómo os atrevéis! –


Estaba de pie, sin nada de ropa que impidiese la vista. Ah, sí, era una visión magnífica. Sehun estaba tan furioso que sus pezones temblaban. Unos oscuros rizos le cubrían la entrepierna y salvaguardaban el tesoro que se ocultaba debajo.

Y entonces, como si por fin comprendiese lo que había hecho poniéndose en pie, soltó un nuevo grito, volvió a hundirse en la bañera y se cubrió ambos brazos, inclinándose hacia adelante, procurando ocultar tantas partes del cuerpo como le fue posible.


— ¡Fuera de aquí! — ordenó a gritos –


Chanyeol parpadeó sorprendido y luego sonrió. Sehun quizá fuese menudo y pareciese inofensivo físicamente, pero era un rival digno de tener en cuenta y, si no, que se lo preguntasen a sus hombres, que comprensiblemente habían decidido actuar con cautela en todo lo que tenía que ver con el.

Sehun se había pasado el día mandando a Gannon, Diormid y Cormac de un lado para otro. Al terminar la jornada, Chanyeol recibió una lista de quejas sobre lo difícil que les parecía a sus hombres proteger y apaciguar a su señora. Cormac había llegado a la conclusión de que Sehun debería hacerse cargo del entrenamiento de las tropas. Chanyeol pensó que el muchacho tenía muy mala idea y sencillamente se estaba vengando de que él les hubiese encargado a aquellos tres hombres la misión de vigilarle.

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