Capítulo 4

242 39 20
                                    


Chanyeol se quedó mirando al joven que tenía delante y tuvo que recorrer a todo su autocontrol para no zarandearlo. Tenía que reconocer que era valiente. Aún no sabía cómo había conseguido ganarse la confianza de su hijo, pero llegaría al fondo del asunto.

Incluso Jongdae parecía hechizado por él y, aunque Chanyeol lo entendía perfectamente, al fin y al cabo era un muchacho muy guapo, le molestaba sobremanera que su hermano lo hubiese defendido.


El chico levantó el mentón, desafiándolo todavía más y la luz brilló en sus ojos azules. No simplemente azules, sino que Chanyeol pensó que eran del color que tenía el cielo en primavera justo antes de que llegase el verano.

Tenía el cabello enmarañado, cayendo por todo su rostro, una cintura que él podría rodear con ambas manos. Sí, sus manos encajarían a la perfección en el espacio entre sus caderas y sus gluteos, y luego, si las bajaba un poquito, podría tocar ese trasero tan generoso.


Era muy guapo. Y le traería problemas.

Y estaba muy magullado. No lo estaba fingiendo.


La luz de sus ojos se apagó un poco y Chanyeol pudo ver las sombras que tenían debajo. Era valiente y estaba esforzándose por ocultar el dolor, pero éste irradiaba de su cuerpo como si fuese palpable.

Sus preguntas tendrían que esperar.

Con un dedo señaló a una de las mujeres que se habían reunido alrededor.


— Atiéndelo en todo lo que necesite — le ordenó — Di que le preparen un baño y encárgate de que Gertie le sirva algo de comer. Y, por Dios santo, dadle algo que ponerse para que pueda quitarse la ropa de Jummyeon –


Dos de las mujeres Park se acercaron a Sehun y lo cogieron cada una por un brazo para que Jongdae dejase de sujetarle.


— Con cuidado — les dijo el guerrero — Los golpes todavía le duelen cuando se mueve –


Ellas apartaron las manos y le dijeron al joven que le acompañase al castillo. Éste miró nervioso a su alrededor y fue más que evidente que no tenía ninguna intención de entrar. Se mordió el labio inferior con tanta fuerza que Chanyeol pensó que se haría sangre si no paraba.


— No te he sentenciado a muerte, muchacho — le dijo, dando un suspiro — Sólo he pedido que te preparen un baño y algo de comer. ¿O es que ahora vas a rechazar mi hospitalidad? –


El frunció el cejo y entrecerró los ojos para mirarlo.


— Os he pedido comida y un caballo, no hospitalidad. Prefiero seguir mi camino cuanto antes —

— No tengo ningún caballo de sobra para darte y además tú no vas a ir a ninguna parte hasta que yo haya averiguado qué diablos ha sucedido. Y si no quieres bañarte, estoy seguro de que las mujeres no tendrán ningún inconveniente en acompañarte a la cocina para que puedas comer –


Chanyeol terminó el discurso encogiéndose de hombros, dejando claro que no le importaba lo más mínimo si se bañaba o no. Al fin y al cabo, había sido idea de Jongdae, pero ¿Acaso los jovenes no se ponían a dar saltos de alegría ante un barreño lleno de agua caliente?

Mi EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora