Capítulo 7

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Sehun se abrigó con el chal y atravesó sigilosamente las ruinas del muro de piedra. Había elegido la ruta más cercana al lago porque era la que tenía menos guardias apostados a lo largo del camino. Al fin y al cabo, ningún enemigo podía cruzar el agua y atacar el castillo sin que el ruido lo delatase.

La brisa primaveral era muy fría y de repente no le pareció tan buena idea haber abandonado su cálida estancia para huir del castillo. La cena había sido de lo más exasperante. A Sehun le bastó con echar un vistazo al hermano menor del laird para dudar de si había hecho bien en prometerle a Taeyong que se sentaría a su lado en la mesa.

El tal Jongin lo fulminó con la mirada y, aunque los otros dos hermanos Park también habían hecho lo mismo al conocerlo, había algo en los oscuros ojos de Jongin que lo puso nervioso. Farfulló una excusa respecto a que no se encontraba bien y se retiró a sus aposentos en el piso de arriba.


Dado que ignoraba que Sehun había planeado irse, el niño le subió un plato con comida y los dos dieron buena cuenta de el sentados frente a la chimenea, con las piernas cruzadas.

Cuando terminaron, Sehun fingió estar cansado y le pidió a Taeyong que lo dejase solo. Luego esperó. Se pasó horas aguardando a que se fuesen acallando los sonidos del castillo. Y cuando estuvo relativamente seguro de que todo el mundo estaba dormido, o al menos en su dormitorio, se escabulló por la escalera y salió por la puerta que daba al lago.


Respiró algo mejor en cuanto estuvo bajo el cobijo de los árboles que separaban el lago del castillo. Allí, la relativa oscuridad lo protegía y podía seguir la orilla del agua hasta alejarse.

El ruido de algo pesado cayendo al lago la sobresaltó. Sehun se detuvo y contuvo la respiración mientras espiaba a través de las ramas. Esa noche, la luna apenas brillaba y los pocos rayos de luz que había se reflejaban en la negra superficie del agua.

Le bastó sin embargo para ver a los tres hombres que estaban dándose un baño. Le bastó para ver quiénes eran los que habían decidido nadar a esas horas de la noche:


Park Chanyeol y sus hermanos acababan de zambullirse en el lago y, que Dios se apiadase de el, ninguno llevaba ni una sola prenda de ropa.


Se tapó los ojos de inmediato con ambas manos, muerto de vergüenza por haber visto el trasero de tres hombres hechos y derechos. ¿Acaso se habían vuelto locos? El agua tenía que estar completamente helada. Sehun tembló sólo de pensarlo.

Se quedó allí sentado varios minutos, oculta junto a un árbol y tapándose los ojos con las manos, hasta que por fin los apartó y vio a Park Chanyeol salir del agua. Lo miró fijamente, con las manos colgándole inertes a los costados de la impresión de ver por primera vez a un hombre completamente desnudo. Él estaba de pie, secándose con un paño, y los músculos de su cuerpo se le flexionaban con cada movimiento. Y... y... Sehun no se atrevía ni a pensar en lo que Park tenía entre las piernas.

Cuando se dio cuenta de que estaba mirando descaradamente su... su... virilidad, volvió a taparse los ojos de golpe y se mordió el labio inferior para contener el grito que amenazaba con salir de su garganta.


Su única esperanza era que los hermanos diesen pronto por acabado su baño vespertino y volviesen al castillo. Antes de eso no podía correr el riesgo de moverse y que la vieran, pero tampoco quería quedarse allí sentado, mirándolos con impudicia.

Tenía las mejillas acaloradas y sonrojadas y, aunque seguía con los ojos tapados, tenía la imagen de Park Chanyeol sin ropa marcada a fuego en la mente. No importaba lo que hiciera, Sehun no podía dejar de verlo salir del agua completamente desnudo. Como mínimo tendría que confesarse tres veces para expiar sus pecados.

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