Capítulo 30

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Sehun sintió tal alivio que se lanzó a los brazos de Chanyeol y lo besó apasionadamente.


— No has confiado en mí, tesoro —le riñó él, cariñoso, antes de volver a besarlo —

— Lo siento —susurró el—. Tenías la misma cara que pones siempre que vas a gritarme —

— ¡Laird, no podéis pretender que hagamos el trabajo de las mujeres! –


Chanyeol se enfrentó furioso a la queja de Robert.


— Eso es exactamente lo que pretendo. Si alguno de mis hombres tiene algún problema con mi decisión, es libre de irse del castillo –


Heath enseñó los dientes y Sehun se escondió entre los brazos de su esposo. Aquel hombre le daba náuseas y el odio que veía en sus ojos le asustaba.


— ¿Qué pasa con Heath? —susurró—. ¿Por qué le has excusado de cumplir con las tareas de las mujeres? –


La mirada de Chanyeol le dejó petrificado.


— Quédate con Jongdae –


Y dicho esto, lo dejó entre Jongdae y de Jongin antes de dirigirse a donde Heath seguía en pie. Los hermanos juntaron los hombros delante de Sehun y el tuvo que ponerse de puntillas y balancearse de un lado a otro para poder ver lo que sucedía.

Su esposo se detuvo frente al joven soldado sin decir ni una palabra, echó un brazo hacia atrás y le dio un puñetazo en la cara. Heath cayó como un peso muerto. Gimió lastimoso cuando Chanyeol lo levantó, sujetándolo por la camisa.


— Esto ha sido por Christina —dijo furioso –


Acto seguido, clavó una rodilla entre las piernas del joven. Tanto Jongdae como Jongin pusieron cara de dolor. Gannon palideció y Cormac hizo una mueca y apartó la vista.


— Esto por mi esposo –


Luego lo soltó en el suelo, donde el soldado se hizo un ovillo. Sehun habría jurado que tenía lágrimas en los ojos.


— Yo también lloraría —murmuró Jongdae –


Chanyeol se dio media vuelta y se dirigió a Gannon.


— Tiene que morir —le dijo con voz gélida—. Llévatelo fuera del castillo –


Heath palideció al oír la sentencia de muerte y empezó a suplicar lastimoso. Los guerreros allí presentes lamentaron el patético espectáculo que estaba ofreciendo y le dieron la espalda.


— Sí, laird. De inmediato –


Gannon se agachó y levantó al joven del suelo. Cormac y él tuvieron que arrastrarlo fuera del salón, porque todavía se retorcía de dolor.

Mi EnemigoWhere stories live. Discover now