tres - 1923

311 52 16
                                    

tres – 1923

            —La comida es deliciosa —comentó Harry casi inaudiblemente mientras se sentaba en la vieja cama a la que ahora llama casa, con un pequeño tazón de sopa de pollo encaramado sobre su regazo. Observó como el chico más joven con el que comparte su habitación comía el pedazo de pan que las enfermeras prácticamente le tiraron esa noche. Estaba comiéndolo lentamente, sus labios temblaban y su estómago rugía, pero él sabía que no debía comerlo todo, porque ese sería el único alimento que tendría por el resto del día, así que él decidió comerlo sabiamente. Pequeñas cantidades de pan cada vez.

Harry estaba mintiendo, por supuesto; él nunca había probado algo más aburrido, maloliente y desagradable en su vida. Vivir en una casa tan grande significó que siempre tendría un plato de deliciosa comida preparada en frente de él cada vez que lo pidiera. Pero Harry era un niño educado, humilde y modesto, por lo que nunca expresó su ingratitud por el tiempo que permaneció en el Manicomio Whittingham. Sin embargo, Harry fue sacado de sus pensamientos cuando escucho el estómago del chico más joven retumbar lo suficientemente alto para ser escuchado por las enfermeras al final del pasillo. El pobre chico había estado viviendo en la institución desde la última semana, ellos no lo habían dejado comer sus comidas con los otros pacientes en el comedor, sino que lo obligaron a conformarse con comer pan quemado una vez al día en su habitación. Cuando Harry preguntó si podía tener sus comidas servidas en su habitación también, las enfermeras no protestaron en absoluto, y eso lo confundió.

Ellos no habían hablado; en absoluto. Las primeras noches fueron las más difíciles, en la opinión de Harry; eran aquellas en las que pensaba constantemente en su hermana y en su madre, y el hecho de que prácticamente las había abandonado a merced de ese monstruo al que se vio obligado a llamar padre. Sus largos dedos se aferraron a las sábanas frías que estaban duramente contra su piel desnuda, y sus dientes mordían sus regordetes, labios rojos hasta que estuvieron a sólo un segundo de que brotara sangre en la superficie. Algunas veces lo hacía; sólo para probar el líquido metálico que brotaba de sus labios y lengua, y que podría haber sido la única parte viva de su cuerpo que todavía estaba trabajando normalmente. Desde que entró al Manicomio, una parte de él había muerto por dentro. La parte de él que lo ayudaba a pensar en cosas felices que esperar, la parte de él que se iluminaba cuando su hermana lograba reanimarlo otra vez después de sus ataques de pánico. Y era sólo la primera semana.

—¿Q-Quieres, quieres... —preguntó vacilante Harry, tratando de levantarse de la cama para llegar al chico que estaba al otro lado de la habitación, acurrucado en un rincón, con las rodillas justo debajo de su barbilla y el pan quemado dentro de su palma—. ¿Quieres u-un poco? —preguntó de nuevo, levantándose a regañadientes, aunque algo estaba jalándolo hacia abajo de nuevo. Lo ignoró, y procedió a acercarse al chico más joven. Dando pasos pequeños y tranquilos, pero un poco torpes, casi como un bebé, Harry finalmente se arrodilló delante del chico, y cuidadosamente le ofreció el tazón de sopa caliente de pollo en frente de él. De repente, el chico se estremeció y levantó las manos, cubriéndose a mismo y cerrando los ojos, como si Harry fuera a atacarlo. Eso confundió el chico mayor un poco más—. Comida —explicó Harry brevemente—. ¿Quieres un poco? —repitió y el chico no respondió—. Yo, yo n-no q-quiero más, puedes tomarlo —colocó el tazón en el suelo y dio algunos pasos hacia atrás, dejando un poco de espacio.

El otro chico finalmente dejó de cubrirse y extendió su brazo para alcanzar el tazón, inmutándose un par de veces, pero al final, lo tomó en sus manos, abrazándolo cerca de su pecho, tomó la cuchara y empezó a comer. Y Harry nunca se había sentido más satisfecho en toda su vida; ni siquiera cuando consiguió por primera vez recitar su primer poema de memoria. Se sentía satisfecho, al ver a un chico roto recuperarse con una cosa tan simple como un tazón de sopa, justo como él se recuperaba cuando su hermana abrazaba y le acariciaba el cabello de la frente. Observó al chico más joven mientras se comía el resto de su comida, y una vez que terminó, lo colocó cuidadosamente delante de él, sosteniendo su pequeña mano en frente de su barriga y por primera vez, se las arregló para mirar a Harry directamente a los ojos. Y Harry finalmente llegó a verlos; esos azules, azules ojos claros mirando directamente hacia él, sin decir nada porque sus ojos podían hablar por él.

—H-Harry —habló entonces Harry—, yo soy Harry. ¿C-Cómo te llamas? —preguntó, esperando una respuesta pacientemente. No le gustaba cuando otras personas le hacían preguntas, él siempre hablaba despacio y odiaba cuando su padre golpeaba su mejilla si tomaba demasiado tiempo para responder a una pregunta. Así que por eso esperó sin hablar, dejando que el chico tenga su espacio.

—L-Louis —el chico respondió después de un rato, sus dedos se aferraron inseguramente a su camisa—, yo soy- yo soy Louis. Gracias —su voz ahora era suave, dulce y delicada, justo como él. Harry pensó que no debería tener este tipo de pensamientos, sin embargo siempre parecen venir de nuevo a su mente; la forma en la que Louis siempre se veía tan roto y listo para desmoronarse, y ni siquiera se conocían el uno al otro, y Harry sólo había estado allí por una semana, por el amor de Cristo, y la felicidad que Harry sintió cuando se retiró de Louis fue increíble—. ¿Por qué estás aquí?

Las cejas de Harry se arquearon hacia atrás, teniendo en cuenta el hecho de que estaba bastante sorprendido de que Louis le hiciera una pregunta cuando él ni siquiera le hablaba. Por otro lado, ni siquiera sabía qué contestar; él ni siquiera sabía por qué lo pusieron en el Manicomio Whittingham en primer lugar. ¿Fue porque era tan anormal que toda su familia estaba avergonzada de él y no querían que estuviera en otra parte más que en esta institución?

—Yo, yo no lo sé —respondió finalmente—. ¿Y tú?

Los ojos de Louis se expandieron— Yo- Yo no puedo decirte —Louis dijo—. No puedo, no puedo, lo siento, ¡no puedo!

El chico comenzó a murmurar rápidamente, pateando el tazón vacío con su pie desnudo y derribándolo por debajo de la mesa, haciendo que se rompiera en un millón de trocitos.

— ¡Lo siento, lo siento, yo, lo siento!

Y de repente, así como así, las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos azules como el mar.

—Louis, Louis, ¡está bien! —protestó Harry tranquilamente, agarrando los brazos del chico más joven, sacudiéndolo suavemente para tratar de calmarlo—. Está bien, está bien. No tienes que decirme si tú no quieres.

Louis tragó saliva, tratando de calmar su respiración mientras se estremecía y temblaba bajo el toque de Harry.

—Me gustan los chicos —susurró vergonzosamente Louis.

Louis es muy tierno y la actitud de Harry me agrada :)

Sweeter Than Heaven |l.s.| EspañolWhere stories live. Discover now