cinco - 1923

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cinco - 1923

       —Me gustan los chicos.

Harry sabía que esas palabras deberían haberlo sobresaltado; que deberían haberlo disgustado y hacerlo sentir odio puro y miedo hacia el pequeño, frágil muchacho. Pero eso era exactamente; Louis era tan pequeño y menudo y fino - como, como si estuviera volviéndose en cualquier momento en pequeñas piezas de cristal que nunca serían capaces de encajar de nuevo.

Él sabía que debería haber entendido que es por eso que lo habían traído al Manicomio Whittingham; porque estaba terminantemente prohibido que a un hombre le gustara otro hombre como lo era para una mujer expresar su opinión; algo inimaginable, completamente fuera de lo común. Antinatural. Una vez más, parecía injusto. Louis probablemente no había hecho algo malo, así que sus padres podrían haberlo descubierto en el momento equivocado. Pero, por supuesto, Harry creía que Louis no pertenecía completamente allí, en este hospital para inestabilidad mental. Y Harry también estaba seguro de que Louis no tenía un solo problema, como los que él mismo tenía.

Esa noche en particular terminó rápidamente, con ninguno de los dos diciendo nada, y cuando llegó la mañana siguiente, la primera sesión de Harry llegó también. Una enfermera, no muy joven pero tampoco tan vieja, lo llevó dentro de un brillante pasillo que cegaba y lastimaba su vista cada vez que su mirada se demoraba demasiado tiempo en ellos. El silencio era terrible; incluso podía escuchar el propio latido de su corazón haciendo eco en su cabeza, torturándolo de una manera tan simple, y monótona. Ella le dijo a Harry que se sentara en una pequeña, incómoda silla, y que el doctor se reuniría con el pronto.

—Así que, Harry Styles, ¿sabes por qué estás aquí hoy con nosotros? —le preguntó la doctora, sosteniendo su lapicero contra la barbilla. Sus ojos tenían este cautivante color negro que lograba crear un nudo en la garganta de Harry cuando pensó que estaba listo para hablar.

—No lo- realmente no sé porque —contestó, jugueteando con sus pulgares—. ¿Por qué estoy aquí? —decidió invertir la pregunta con valentía.

—Cosa curiosa, ¿verdad? —dijo la doctora, con un tono de irritación en su voz—. Estás aquí para ser normal otra vez, hijo mío. Ahora, coopera un poco, ¿quieres? —entonces, ella procedió a hacerle un montón de preguntas que Harry estaba seguro no tenían nada que ver con su condición, pero aun así las respondió. En algún momento, la mujer le dijo a Harry que su sesión había terminado y la siguiente era exactamente en dos días.

Harry asintió en silencio y salió de la habitación, caminando hacia su dormitorio. Pasó la mayor parte de su tiempo allí, durmiendo o mirando hacia el techo, pensando en su hermana y su mamá y, a veces en su padre. ¿Ellos lo extrañaban tanto como él lo hacía? ¿Estaba su hermana llorando mientras dormía, como lo hizo la primera noche que pasó en el Manicomio? ¿Cómo era su vida sin él?

Le dolía pensar que su familia podría estar divirtiéndose, y ahí estaba él, haciendo nada, permaneciendo inmóvil. Su padre siempre le gritaba por no hacer absolutamente nada; por el hecho de que siempre prefirió libros a trabajar, por el hecho de que él quería ser un maestro en vez de un abogado, en vez de seguir el negocio familiar. Pero Harry sabía que él nunca podría ser un abogado; porque cada vez que hablaba con la gente, se le trababa la lengua, y cuando su padre invitaba a sus amigos, él siempre terminaba en su habitación, con su mente nublada y su respiración irregular. Y de alguna manera, Gemma siempre estaba allí para limpiar su boca y acariciarle el cabello y decirle que no pasaba nada, que él no estaba equivocado. No quería seguir siendo inútil en esta institución, él ya se sentía inútil en su casa, y ahora que este hospital sería su hogar por un buen rato, él bien podría volverse más productivo.

Cuidadosamente empujo lejos las sabanas y se arrastró fuera de su cama, escuchando los crujidos y chirriantes ruidos que hizo. Todavía era de día, así que se le permitía caminar por los pasillos, aunque el cielo estaba gris y estaba empezando a llover. Al pasar frente a las habitaciones, ocasionalmente entrecerraba sus ojos para ver lo que sucedía en el interior. Después de caminar durante un par de minutos, se encontró con una gran escalera que conducía a la planta baja, a un pasillo donde las luces se atenuaban y olía a pescado podrido. Varios pacientes caminaban arriba y abajo, sin embargo, cuando Harry les echó un mejor vistazo, no estuvo seguro de si eran seres humanos vivos. Ellos vagaron alrededor, con los ojos nublados, casi blancos, en un ritmo tan constante, como si fueran máquinas. Harry podía sentir sus ojos en él; sus penetrantes miradas que quemaban agujeros en su cuerpo, haciéndolo aún más vulnerable a medida que pasaba el tiempo. Él quería irse; quería correr de vuelta a su dormitorio y azotar la puerta al cerrarla y cerrar sus ojos para nunca volver otra vez. Como si sus manos y pies estuviesen atados, permaneció inmóvil, solamente retrocediendo hacia las paredes.

Harry llevó una mano a su pecho, apretándolo; su ropa estaba aferrándose a él, adhiriéndose en su piel como si lo estuviese comiendo vivo. Las personas se movieron más cerca. Harry sintió como si estuviera estrangulándose con su propia respiración, con su corazón latiendo y golpeando y golpeando como si fuera a saltar de su pecho. Se desplomó contra la pared; con sudor corriendo por su frente, su boca estaba húmeda y la saliva estaba chorreando de las comisuras de su boca. Quería llorar; quería llorar hasta que sus ojos se secaran, hasta que su hermana estuviera allí con él. Harry cerró los ojos y dejó que las lágrimas se derramaran, su aliento quedo atrapado en la parte posterior de su garganta.

Finalmente despertó tres horas más tarde, acostado en su cama del dormitorio, que por alguna razón parecía más cálida y confortable. Mientras abría lentamente sus ojos, fue recibido repentinamente con esos familiares, oceánicos ojos que pertenecían a nadie más que a su joven compañero de cuarto, Louis. El chico estaba sentado en su cama, con sus rodillas a los costados de Harry, mirándolo con curiosidad -Harry estaba bastante sorprendido de ver a Louis siendo tan heterosexual- hacia delante, cuando había retrocedido hace un par de días. De todos modos, Louis estaba prácticamente sentado encima de Harry, mirándolo con sus enormes ojos azules que estaban llenos de curiosidad.

—Dios... —gimió Harry, inclinando su cabeza hacia un lado; le dolía, le dolía demasiado. Su cabeza estaba pesada y palpitaba en coordinación con su corazón, sólo que mucho más fuerte y mucho peor— ¿Louis? —preguntó, abriendo completamente los ojos.

El chico se arrastró en las sábanas, sin dejar de mirarlo fijamente. Sin embargo, a diferencia de la gente de la planta baja, la mirada de Louis no era en absoluto aterradora o le causaba ataques de pánico. Eso lo tranquilizó.

—L-Lo siento mucho —murmuró Louis, mordiéndose el labio inferior, pensando que Harry se había enfadado con él—. E-Estabas temblando en el suelo y- y te t-traje aquí después de que perdiste el conocimiento —una vez que explicó, Louis saltó de la cama y se arrastró de rodillas a la esquina de la habitación, lejos de Harry.

Más confundido que nunca, Harry se levantó de la cama, haciendo caso omiso de los mareos que sus acciones trajeron, y se arrodilló frente a Louis, que había cubierto su cuerpo con las manos— ¡Lo siento! —gritó desesperadamente—. P-Por favor, no me pegues. Lo siento, yo no sabía-

—Louis —habló Harry con una voz suave y severa—. ¿Por qué lo hiciste?

Louis se mordió el labio, mirando hacia su regazo antes de encontrar el coraje para responder a la pregunta de Harry.

—Tienes ojosbonitos.     


Louis es la cosa más linda que leído :3

Que creen que sean las cosas que vio Harry?

Sweeter Than Heaven |l.s.| EspañolWhere stories live. Discover now