Capítulo 18

410 48 9
                                    

Erick

Ya estaba dicho, no había forma de volver el tiempo, ya había caido lo más bajo que me permitía mi orgullo. La posición en la que nos encontrábamos no era precisamente la más sana porque Joel permanecía aún sobre la cama, con esa pequeña pijama que le había ofrecido antes de ducharse y mi subconsciente me traicionaba porque no podía evitar mirar el espacio de piel que se asomaba de su pelvis. Sacudí esos pensamientos de mi cabeza, no podía estar pensando en ese tipo de cosas, no cuando justo unos minutos atrás le había pedido, casi rogado que se quedara conmigo.

Nos mantuvimos en silencio durante un tiempo que no supe calcular, sus ojos mirándome con intensidad, como si estuviera luchando contra sí mismo, como si quisiera golpearme y a la vez...besarme. Los nervios estaban dominando mi cuerpo, no era la primera vez que estábamos así de cerca pero si era la primera en que dejé salir a la superficie ese sentimiento que no sabía que vivía en mí. Joel estaba tomado, había llegado en una condición bastante pobre y a pesar de la reciente ducha, era evidente que el alcohol seguía pegado a su sistema y yo no sabía si eso era algo bueno o malo en este momento porque él bien podía hacer cualquier estupidez y después culpar a la bebida por sus actos pero yo...yo estaba completamente limpio y no tenía a que culpar.

-¿Quieres que me quede? -Habló después de mucho tiempo, su pregunta salió lenta, calculadora, casi como si estuviera tanteando mi reacción y yo, estúpidamente perdido en sus ojos café, respondí.

-Quiero. -No tuvo cambio de expresión, eso me hizo incomodar porque era como si realmente le importara un bledo lo que yo sentía. Me despegué un poco de la cama, me sentía pequeño y ridículo ante la mirada indescifrable que me estaba dando y no quería darle herramientas para burlarse de mí. -Pero...no es necesario, ya...ya no importa.

-¿Se puede saber a qué estás jugando, Brian? -El tono era serio, medido y calculado, no sabía si estaba enojado o si solo preguntaba por curiosidad pero tampoco quería sentirme peor, no era justo que después de todos esos días de soledad, ahora encima tuviese que cargar con su humor extraño.

-No estoy jugando a nada. -Hablé a la defensiva, esto estaba comenzado a ponerse incómodo otra vez y era tarde, quería descansar, no discutir.

-¿Entonces? ¿Por qué ahora quieres que me quede acá? ¿Por qué después de tres putos días en los que desapareciste, justo ahora quieres que me quede? ¿Eh? ¿Pretendes que ande detrás de tí como un jodido perro?

-¿Por qué me tratas así? -Alcé la voz esta vez, no entendía de donde venía su enojo, no tenía derecho a hablarme de esa manera.

-¿Así cómo? ¿Al señorito le molesta que le digan las verdades? Tú y yo sabemos bien que solo quieres tenerme en tu mano, te importa una mierda como me siento, solo quieres tener el control para sentirte importante.

-¿Qué? -Yo realmente no podía creer las estupideces que decía, la forma en que soltaba las palabras, con molestia, con enojo, con un rencor prepotente bien marcado, como si eso que expresaba fuera algo que tuviera guardado, reprimido.

-Eso...deja de jugar de una vez, deja de hacerte la mosca muerta que no rompe un plato. Sabes bien que me jodes con tu actitud cambiante, no sabes que mierda quieres y me manejas a tu antojo como si fuera un estúpido muñeco.

-¿Qué dices? -Yo estaba ofendido, esto no era lo que esperaba cuando le pedí quedarse, esa actitud agresiva no estaba para nada contemplada en mi pensamiento y mucho menos verlo levantarse de esa cama como si tuviera un resorte.

-No te hagas el santo, sabes de lo que hablo, sabes que estos días te ha importado una mierda lo que he hecho o lo que he sentido, así que no me salgas con esta porquería de querer que me quede. ¿Para qué cojones quieres que lo haga?

-No me grites. -Hablé fuerte pero sin alzar la voz, estaba de pie frente a mí, la vena de su frente tan marcada que parecía a punto de explotar y yo casi podía ver el humo saliendo de sus orejas, sus ojos eran puro fuego.

-No seas sensible, me enoja que uses tus encantos de niño bueno para obtener lo que quieres cuando se muy bien que me odias.

-Estás... estás hablando de más, Joel, creo que será mejor que te marches. -Suspiré a punto de ponerme a llorar, de un momento a otro mi barrera protectora se quebró y estaba al borde de colapsar pero no lo haría, no delante de él.

-¿Crees que será mejor que me marche? ¡No me jodas! Tú eres quien me pidió quedarme, tú eres quien me obligó a tomar una ducha, tú eres quien me rogó patéticamente que te dej...

No terminó de hablar porque mi mano voló con fuerza hacia su mejilla. Ambos quedamos estáticos ante lo que acababa de pasar porque si él no esperaba que lo golpeara tan fuerte, yo lo hacía menos. Nunca antes fui violento, mi vida no estaba marcada por ningún tipo de abuso y jamás le había pegado a nadie. Yo estaba asustado, había sobrepasado la línea del respeto y sin pensarlo estaba dando lugar a que me devolviera el golpe o algo peor. Tragué grueso cuando ví su mirada fija en la mía y me preparé para cualquier cosa que fuera a hacer en mi contra, sabía que no se quedaría así, obviamente no iba a dejar que fuera yo quien ganara esto, sobre todo después de haberlo golpeado.

-¿Qué... qué haces? -Chillé asustado cuando al fin reaccionó pero no tuve tiempo de defenderme, mi cuerpo había volado hacia el colchón y en un abrir y cerrar de ojos tenía el suyo encima impidiendo que pudiera moverme.

-Que sea la última vez que haces algo como eso, pequeño infeliz.

Fue la única advertencia que me dió antes de lanzarse a mis labios con tanta necesidad, que ambos gemimos al mismo tiempo. El beso fue tosco y crudo, casi demente pero tan ansiado por ambos que no había como negarlo. Era jodido asumir de una vez que yo realmente tenía ciertos sentimientos por él, sentimientos que no fueron planeados, mucho menos esperados pero ahí estaba, siendo devorado por esos labios gruesos y expertos mientras intentaba seguirle el ritmo demoledor.

Y en esa cama de hotel, bajo el manto de la oscuridad de la noche, Joel y yo estábamos por primera vez desde que comenzamos esta locura, dejando riendas sueltas a la completa y prohibida lujuria que nos dominaba a ambos porque si yo necesitaba esto, si lo ansiaba a gritos mudos que quemaban mi garganta, él lo hacía más porque cuando todo terminó y su esencia se derramó en mi interior, el sonido de sus palabras hizo eco en la eternidad y la sentencia eterna de esa frase pequeña, marcó el resto de la historia que ninguno de los dos sabía como iba a continuar.



Y en esa cama de hotel, bajo el manto de la oscuridad de la noche, Joel y yo estábamos por primera vez desde que comenzamos esta locura, dejando riendas sueltas a la completa y prohibida lujuria que nos dominaba a ambos porque si yo necesitaba est...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
What about marriage?Where stories live. Discover now