CAPÍTULO 22

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CANSANCIO
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Edward

La puerta de la oficina se abre y da paso a mis hermanos. Entran con una botella de whisky y se instalan en la oficina.

Cierro el ordenador.

—¿Qué quieren?

—Venimos a pasar el rato —responde Laura.

Empiezan a servir el trago y me extienden uno de los vasos.

«Estoy embarazada».

De nuevo recuerdo lo que me dijo y me amargo más de lo que estoy.

No puedo sopesarlo. Sé que yo seré una mierda de padre y no viene al caso criar a otro amargado que probablemente será igual a mí. Me frustra que se haya alejado y solo pienso en ir a buscarla, el único inconveniente es que solo pienso en ella y no en ese tercero que ahora se coló entre nosotros.

Cuando pienso en ir a buscar a mi mujer, no pienso en ese embarazo ni en que seré padre.

Me termino el whisky de un solo trago, me sirvo más y hago lo mismo. Refugiarme en el alcohol es lo único que puedo hacer para dejar de pensarla, es eso o buscarla y obligarla a que me dé la cara.

Y sé que no me voy a controlar.

Leanne es una mujer de armas tomar y no importa cuánto trate de convencerla de que se quede porque siempre será inmanejable para mí. Mi silencio fue una respuesta para ella. Supe al instante que no iba a quedarse conmigo.

Noto la mirada del inservible de Daniel sobre mí y me pongo de pie para servirme más whiskey.

—¿Qué te ocurre? —interroga Laura.

La ignoro y me sirvo más alcohol.

—¿No es obvio? —dice Joseph—. Problemas en el paraíso.

Lo miro para que se calle.

Me sirvo el siguiente trago al que le doy un largo sorbo mientras aborrezco la idea de ser padre. No puedo serlo. Suelto el vaso sobre el escritorio cuando siento el líquido que empieza a subirme por la garganta y me meto dentro del cuarto de baño para empezar a expulsar todo en el retrete.

Me cago en la mierda.

Laura me mira fijamente desde el escritorio mientras me refresco la cara con agua helada y vuelvo a tomar asiento en mi lugar.

—¿Es normal que ya empiece a preocuparme por tu estado? —interroga.

—No.

—¿Estás bien? —me pregunta Daniel.

—Estoy perfecto. Dejen de mirarme, se ven como estúpidos tratando de demostrar preocupación que ni siquiera me sirve en lo más mínimo.

Quizá ese es el problema, que no soporto que se aleje de mí y me deje tan fácilmente cuando estoy acostumbrado a que me rueguen, se queden, a manipular y ser un hijo de puta.

No puedo pasar un minuto más lejos de esa mujer.

—Eres insoportable cuando estás de mal humor —dice Laura.

Sé por cómo me observa qué debe estar pensando en qué es lo que ocurre, pero ahora no quiero hablar. Ni con ella ni con nadie.

La diferencia entre todas las discusiones que tuvimos, es que en esta yo solo le hice saber lo que pensaba con mi silencio y ella lo entendió. No espero que me entienda, es suyo.

«Nuestro». 

Me sirvo otro vaso más y solo me preparo para atestar mi sistema de whisky aunque tenga las ansias de vomitar estancadas en la garganta.

Caricias PeligrosasWhere stories live. Discover now