CAPÍTULO 13

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EMMALINE
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Leanne

—Es el cumpleaños de Emma —explico—. Nos iremos a Las Vegas por un par de días, es una sorpresa.

Edward asiente y me acerco a él hasta sellar nuestros labios en un beso candente.

—Leanne —gruñe.

—Extrañame mucho... —me muerdo los labios—, y cuídate. Llama si te sientes mal.

—No soy un niño.

—Y yo tampoco. Solo quiero saber cómo está mi marido.

—Estoy bien.

Me atrae hacia él de nuevo, une nuestros labios y desciende las palmas de sus manos hacia mi culo hasta apretarlo con fuerza. Nos separamos y le hago un gesto a modo de saludo antes de salir de la habitación. Atravieso la sala hasta meterme dentro del ascensor que empieza a descender hacia la recepción del edificio. Es el cumpleaños de Emma y, extraña pero afortunadamente, todos estamos libres y planeamos una pequeña sorpresa. David ofreció su jet para que viajemos, yo propuse la idea y los demás aceptaron al instante.

Cuando salgo del edificio, Carlo se vuelve hacia mí.

—Señorita —me saluda.

—Hola, Carlo.

—Ya guardé su equipaje, ¿nos vamos ahora? —asiento.

—Primero tenemos que pasar por la casa de Emma, ¿la recuerdas? —Se queda pensativo y niega con la cabeza, me hace reír—. No importa, te diré su dirección.

—Claro —responde, algo tímido.

Me abre las puertas de la limusina, me deslizo en los asientos de cuero del vehículo, Carlo empieza a conducir y le digo la dirección de la casa de mi amiga.
El silencio no es mi fuerte, así que decido hablar un poco con él. Carlo trabaja para Edward y lo conocí hace un año, cuando él y yo follábamos.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando para Edward? —interrogo.

—Cuatro años.

—Debes conocerlo muy bien.

—No soy muy cercano al señor Haste.

—¿Conoces a Sherlyn, su madre? —Asiente—. ¿Qué opinas de ella?

Se queda en silencio.

—La señorita Sherlyn es... un poco difícil de tratar.

—Es una perra —suelto.

Me mira a través del espejo retrovisor.

—¿Me permite decirle algo?

—Adelante.

—Las cosas han cambiado mucho desde que usted llegó a la vida del señor —dice—. No lo digo de una mala manera, sino que... hay una diferencia. El señor Haste siempre ha sido solitario, creo que su compañía marcó una gran diferencia en él.

Sonrío.

—Gracias, Carlo.

—De nada.

La limusina se detiene frente a la casa de Emma y mi amiga sale disparada para recibirme. Apenas se mete en la limusina, dejo escapar una carcajada.

—¡Feliz cumpleaños! —exclamo antes de abrazarla con euforia—. Te amo.

Le beso las mejillas y ríe.

—Gracias... yo también.

Me devuelve el abrazo, la limusina arranca y nos ponemos a hablar.

—¿Tu familia vino a visitarte? —interrogo.

Caricias PeligrosasWhere stories live. Discover now