CAPÍTULO 4

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MÍA
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Edward

Me mantengo quieto en mi lugar al verla de espaldas con el cabello recogido en un moño desordenado cocinando no sé qué mierda. Ya la tengo dura de por sí, pero verla con esa camisola ajustada que con suerte alcanza sus muslos y que apenas le cubre la tanga lo empeora todo.

Me acerco hasta posicionarme detrás de ella y desciendo mi mano por la tela de la camisola hasta alcanzar su culo que aprieto con mi mano.

—Buenos días —ríe—. Veo que despertaste con muchas energías.

Me inclino para besarle el cuello.

—¿Qué haces?

—Hotcakes. Es la primera vez que no se queman. —Traslado mi mirada hacia el plato en el que yacen tres de esas masas completamente chamuscadas de lo quemadas que están—. En mi defensa, esos fueron mis primeros intentos... pero ahora me salieron bien —señala el otro plato que contiene una tanda de hotcakes que no se ve mal—, ¿no piensas lo mismo?

—Sí.

—Ten —me extiende el plato de hotcakes—. Llévalo al comedor.

—¿Me vas a dar órdenes en vez de besarme?

Sonríe.

—Sí —se da la vuelta—. Eres un malcriado de mierda.

Se acerca hasta sellar nuestros labios en medio de un beso caliente que solo me provoca querer follármela hasta que no pueda abrir las piernas.

—Ve —me da un empujón y se voltea sonriendo.

Me dirijo al comedor, dejando en su sitio la comida sobre la mesa. Leanne viene a los pocos segundos y se sienta a mi lado.

Le echa sirope de chocolate a los hotcakes y me mira de soslayo.

—Pruébalo.

Le hago caso y corto un trozo antes de llevármelo a la boca bajo su expectante su mirada que se ve un tanto curiosa por mi reacción.

—No está nada mal.

—Perfecto —murmura.

Desayunamos con tranquilidad en medio de la calma que posee Maldivas, hablando de lo necesario. Estoy tan habituado de estar en la ciudad en medio de todo el gentío que a veces me mantengo alerta pensando en la idea de que la prensa nos sigue, pero luego recuerdo que estamos en medio de una isla exótica en donde es imposible que haya alguien que forme parte de la prensa.

Solo nos queda una semana más y luego regresaremos a Milán. Los dos tenemos nuestros trabajos y por más que lo necesitemos, no podemos alejarnos por tanto tiempo y pretender que nuestras obligaciones son inexistentes. La idea de regresar y volver a tomar el mando de esa empresa me amarga. No soporto trabajar en Società Haste y me culpo por haber aceptado el acuerdo que Abraham me hizo firmar años atrás. Siento que por primera vez en años estoy relajado y salir de esta burbuja que se sitúa en medio de una isla rodeada por el Océano Índico será un poco dificultoso teniendo en cuenta que todo será por regresar a trabajar en un lugar de mierda.

—¿Hoy estaremos en la piscina? —interroga.

Si eso quieres.

Se vuelve hacia mí, detallo la expresión relajada en su rostro que perdura en sus facciones, su cabello castaño con leves matices dorados cae a los lados de sus hombros, llegándole casi a la cintura con leves ondas a causa de dormir con su pelo húmedo.

Me inclino hacia ella hasta deslizar el dedo corazón por la comisura de sus labios, retirando los rastros del sirope de chocolate.

—Bésame —ordena, jadeante.

Caricias PeligrosasWhere stories live. Discover now