CAPÍTULO 42

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ESCÁNDALO
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Leanne

No entiendo cómo fue qué pasó. Es decir, todo estaba bien, acabábamos de resolver un problema entre los dos y, sin previo aviso, Chelsea expuso mi embarazo ante la televisión nacional. Y como era de esperarse, es todo un escándalo, la prensa se niega a irse del edificio desde ayer, siguen afuera a todas horas del día a la espera de que Edward o yo demos una declaración al respecto.

No puedo estar más molesta. Se supone que esto debía de ser distinto, que la única que daría esta noticia sería yo cuando me sintiera preparada para hacerlo. Las puertas del ascensor se abren, Rebecca se aparece en la sala y Edward se pone en alerta al verla.

—Leanne —dice.

No puedo mirarla a los ojos. Me niego a creer que ella es la misma Rebecca que alguna vez me apoyó.

—Lamento mucho todo...

Se me acerca.

—Un puto lamento que sigue sin solucionar una mierda —dice Edward—. ¿Cómo le explicas a tu cliente que eres una inepta en tu trabajo cuando tu única tarea era cerrar la boca?

—Edward, solo busco solucionarlo por el bien de ambos y necesito que mantengas la calma...

—La única que saldrá a dar una declaración allá afuera serás tú —la enfrenta—. Eres la única responsable de toda esta mierda y no voy a permitir que la sigas exponiendo de la forma en la que lo haces.

—No puedes ponerme esa responsabilidad —Rebecca trata de defenderse—. Estoy en busca de una solución.

—¿Qué puta solución? Eres un desastre.

—Saldré a declarar —suelto.

Ambos me miran como si estuviera completamente loca.

—No, Leanne... Te prometo que hallaremos una solución.

—¿Qué solución, Rebecca? —Me pongo de pie—. Ya no hay ninguna solución y lo único que quiero es que averigües si fue Noemí quien le dijo a Chelsea de mi embarazo en vez de perder tiempo en estupideces cómo esta.

Me dirijo a la habitación, empiezo a cambiarme de ropa con la cólera atorada en la garganta. No tenía intención de hacer esto.

Me enfoco en ponerme presentable; un vestido negro de mangas de tres cuadros ajustado, sandalias y cabello lacio. Me dejo encima un maquillaje natural y regreso a la sala, ni siquiera miro a Rebecca y Edward me interpela en el corredor.

—No tienes que hacer esto.

—No hay otra opción. Quieren que hable y no me sirve de nada quedarme callada si al fin y al cabo en algún momento iban a tener que enterarse.

—Te acompaño.

—Lo mejor es que vaya ella sola —se interpone Rebecca.

—Tú no te metas —dice Edward.

Niego.

—Puedo hacerlo, Edward.

Veo en sus ojos que no está de acuerdo, aunque solo se resigna. Me meto en el ascensor, llego a la recepción y puedo ver a través de las puertas de vidrio los flashes de las cámaras.

Los guardaespaldas se aportan a mi lado, sujetando las puertas. Afuera hay más de ellos que se preparan para estar alerta a cualquier tipo de disturbio fuera de lo normal.

—Cuando usted diga, señorita Vitali —me dice uno de ellos.

Suelto un suspiro.

—Ahora.

Caricias PeligrosasWhere stories live. Discover now