CAPÍTULO 25

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DIOSA DEL ROJO
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Leanne

Respiro profundo y hago un intento por habituarme a la sensación que me embarga. Me acaricio la sien mientras trato de acomodar mis pensamientos y, es en ese instante, que caigo en cuenta de que todas las miradas de mis amigas están sobre mí.

—¿Qué? —mascullo.

Después de no reunirnos por un buen tiempo, finalmente, logramos reunirnos en una cafetería. Afortunadamente, todas teníamos la agenda libre y fue Emma la encargada de organizar todo.

—Estás distraída —afirma Emma.

—Solo estoy un poco cansada, no tuve muchas horas de sueño —me excuso—. ¿De qué hablaban?

—De que todos los periódicos están vinculando a tu hermano con Laura Haste y que Emma conoció a un chico guapo en su viaje a Las Vegas —responde Lidia.

—¿Qué? No tenía idea.

Sé que hay algo entre ellos, sin embargo, jamás creí que la noticia llegaría a las manos de la prensa.

—Así es. Parece que la prensa se enteró de un día para otro. ¿Tú lo sabías?

—Sí —admito, restándole importancia.

Tampoco me interesa meterme en los asuntos de mi hermano. Solo me conformo con saber que se trae algo con Laura.

—¿Qué hay de ese chico? —interrogo, mirando en dirección a Emma.

Suspira con dramatismo.

—Su nombre era Dominick, inglés y encantador. Nos conocimos en The Strip, me invitó un trago y hablamos de nuestras vidas. Se comportó como un caballero, incluso se ofreció para llevarme hasta mi hotel. Y su acento... ¡es perfecto! Amo a los británicos. —Vuelve a suspirar de forma dramática—. Lo peor de todo es que no volveré a verlo nunca.

—En conclusión, se enamoró —explica Hailey.

—Debiste pedirle su número, preguntarle dónde vivía o algo así —Lidia rueda los ojos—. Luego estoy yo que me topo con puro cerdo idiota.

—Yo igual. —Hailey le da la razón.

—La única que parece estar estable es Leanne —dice Emma.

Qué irónico.

Río.

—Lleva su tiempo —admito—. No encuentras lo que quieres en un bostezo y tampoco es fácil.

—Seamos claras, ¿qué hombre no querría estar con Leanne Vitali? —interroga Lidia.

—Bueno, no le agrado a todo el mundo.

—Da igual, eres hermosa.

Le sonrío.

—Gracias, Li.

Al cabo de unos minutos, pagamos la cuenta y nos retiramos del lugar. Decidimos deambular un poco por la ciudad mientras conversamos, Hailey habla de su última semana, Lidia empieza a dar sus consejos y Emma se me acerca.

—Te noto cansada —dice.

—Lo estoy, un poco.

Me acomodo el abrigo que llevo encima. El frío es más fuerte de lo normal.

—Sabes que cuentas conmigo.

—Lo sé.

Paso parte del tiempo con mis amigas, luego, decido irme a mi apartamento cuando la tarde cae. Al llegar, me quito los zapatos, el abrigo y dejo que acogedor calor que emana mi apartamento me impregne a medida que me dejo caer sobre el sofá de la sala.

Caricias PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora