CAPÍTULO 46

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MENTIR PARA SOBREVIVIR
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Edward

—Todo se encuentra en orden —dice Daniela—. Leanne, ya tienes una fecha de parto definida. El bebé está en la posición indicada, por lo tanto, no habrá obligación de una cesárea a menos que tú lo desees.

Leanne asiente.

»¿Tienen alguna duda con respecto al parto? ¿Algo que quieran saber?

Ambos negamos.

—Creo que todo está bien —habla Leanne—. Gracias Daniela.

—Gracias a ustedes. —Nos guía a la salida—. Les deseo suerte.

Leanne la saluda y salimos de su oficina. Ya le dieron la fecha de parto aproximada y no dejo de pensar en ello desde que lo mencionaron.

—Estás muy callado —dice cuando salimos del hospital—. ¿Se puede saber por qué?

—Solo pensaba.

Carlo nos abre la puerta de la limusina y arranca el vehículo al instante. Leanne se me acerca mientras se lleva las manos al vientre.

—Me apetece una hamburguesa. ¿Me haces el favor?

La observo. Sigue sonriendo, lleva el cabello recogido en un moño y ropa suelta.

—¿Qué me das a cambio?

—Déjame pensar... —Se sube sobre mi regazo—. Lo que a ti se te ocurra.

—Tengo muchas ideas en mente.

Deja escapar una carcajada.

—Hecho.

Le ordeno a Carlo que se detenga en esos lugares de comida rápida, me preparo para salir de la limusina cuando Leanne hace otro pedido.

—Y un helado —añade—, que sea de chocolate.

Está loca.

Salgo del vehículo y me meto dentro del local. Para mi suerte, no está infestado de gente como suele estar, así que puedo comprar rápido y largarme. Cuando regreso con la comida, ella empieza a comer durante todo el trayecto hasta que llegamos al penthouse y nos situamos en la sala.

—¿No quieres un poco? —me ofrece mientras mastica y me siento a su lado junto con Hades, quien no deja de sacar la lengua como un baboso y Leanne lo consiente acariciándole el pelaje blanco.

—No.

Termina de comer en veinte minutos, se recuesta sobre el sofá, le quito las sandalias y me hace un gesto para que me recueste a su lado.

Solo un minuto. Me convenzo.

Me dejo caer a su lado y se acurruca contra mí.

—¿Te vas a la empresa? —pregunta.

—Dentro de un rato.

—Te echaré de menos.

—Tienes a ese perro feo para que te haga compañía.

Se ríe.

—Deja de tenerle celos al perro solo porque recibe mi atención. No puedes ser mi único consentido.

—Pero lo soy.

Rueda los ojos.

Me quedo con Leanne hasta que se queda completamente dormida. Luego, me voy a la empresa. Tengo un par de asuntos pendientes que resolver. Me espera una reunión densa que no tengo ganas de soportar.

Caricias PeligrosasМесто, где живут истории. Откройте их для себя