CAPÍTULO 3

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TASTE OF YOU
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Leanne

Dejo escapar un bostezo al abrir los ojos y por inercia, estiro mi mano para alcanzar a Edward, sin embargo, me sorprende no verlo a mi lado. De inmediato, traslado mi mirada hacia el reloj que cuelga de la pared y me acaricio la sien al ver que son la una y media de la tarde. Me pongo de pie y me dirijo al cuarto de baño. Me detengo justo frente al espejo y abro el grifo del lavabo para refrescarme un poco el rostro con agua helada. Cojo el vaso agua que se encuentra a un lado, le sirvo un poco de agua y me llevo a los labios la píldora del día siguiente junto con el líquido que no se demora mucho en fluir por mi garganta. Posteriormente, me cepillo los dientes y regreso a la habitación. Abro las cortinas, descubriendo el paraíso del patio trasero y sorprendiéndome al ver a un yate flotando justo al lado de la base del patio trasero.

Abro la puerta corrediza y avanzo hacia el exterior. Hago una mueca cuando mis pies hacen contacto con el suelo caliente. Me relamo los labios y me detengo cuando veo a Edward. Lleva un bañador negro, exponiendo su abdomen marcado y los músculos de los brazos.

—¿Me vas a sacar a pasear por el océano de Maldivas? —sonrío y me pongo de puntillas para alcanzar sus labios.

—Sí. Ve a vestirte.

—Dame un minuto.

Regreso a la habitación y rebusco en mi maleta un traje de baño. Tomo el primer traje de baño de dos piezas que encuentro y me lo coloco. Me aseguro de tomar una gomita para recogerme el pelo junto con un poco de bloqueador. Finalmente, salgo afuera, en donde nos espera el yate de lujo. Es blanco, tiene dos plantas; la de abajo es techada, con sus respectivos sofás color blanco mientras que la segunda es al aire libre que tiene un pequeño techado con tumbonas, mesas pequeñas, una piscina y una sombrilla en medio de las dos tumbonas.

Subimos al yate y nos instalamos en la segunda planta. Tomo asiento sobre la tumbona. Muero de hambre y cojo una de las fresas bañadas en chocolate que hacen como aperitivos sobre las bandejas de la pequeña mesita que se sitúa entre medio de las tumbonas. Edward toma asiento a mis espaldas y le extiendo el bloqueador mientras que me recojo el pelo en una coleta.

—¿Me ayudas con el bloqueador? —interrogo.

—Sí.

Me relajo al sentir sus manos deslizar la crema por la piel de mi espalda, el recorrido que traza en mi piel con sus suaves manos logra relajarme. Esbozo una sonrisa al sentir sus manos en mi cintura, ascendiendo hasta alcanzar mis pechos.

—Te aprovechas de la situación.

—Son míos —Los aprieta.

Me vuelvo hacia él, lo empujo contra la tumbona y me recuesto sobre su cuerpo. El silencio es embriagador, las vistas de las islas son increíbles y el océano es fascinante. Me gustaría poder quedarme aquí para siempre; sin la prensa, sin la ciudad. Solo nosotros. Alzo el rostro y alcanzo sus labios que me reciben de manera instantánea. Un leve jadeo abandona mis labios cuando siento su erección rozar mi sexo.

—Edward.

—Quítatelo —ordena.

Suelto el autocontrol que estaba tratando de mantener y me quito el sujetador. Sus manos tocan mis pechos mientras que su boca toma la mía de manera poseedora.

No se demora mucho en liberar su erección, hago a un lado las bragas y con cuidado, me dejo caer sobre la erección que se entierra en mi interior con lentitud. Un ruidoso gemido se apodera de mi boca y entierro mis uñas en sus hombros.

—Muévete —ordena, despacio, mientras acaricia mi cintura.

Balanceo las caderas con cuidado, mermando un movimiento placentero que nos hace jadear a ambos. Poso mis labios sobre su cuello, chupando, mientras le doy inicio a los primeros movimientos lentos que me torturan. Sus manos se entierran en mis muslos, sus labios se sellan con los míos en medio de un beso que desencadena la agresividad de los movimientos que dejo de mermar y me dejo llevar por el placer. Sus labios chupan la piel de mi cuello y descienden hasta mis pechos. Me muevo con fuerza; la sensación es vivaz, dolorosa y vibrante, pero aquello no me impide disfrutarlo. Llevo las manos a las hebras de su pelo, sintiendo como su agarre se centra en mi culo y me muevo en medio de trazados de movimientos circulares, arrancándole un gemido. Mis labios toman los suyos de nuevo en medio de us vivaz pasión. Si antes me parecía candente cuando era mi amante, el hecho de que ahora sea mi marido de siente como una sensación inigualable.

Caricias PeligrosasWhere stories live. Discover now