CAPÍTULO 24

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ONLY LOVE CAN HURT LIKE THIS
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Leanne

El sol se cuela por el ventanal y me cubro el rostro con ambas manos.

Definitivamente, es uno de esos días. Esos días en los que simplemente abro los ojos y no quiero salir de la cama. Recuerdo haberme sentido así los primeros días posteriores a la muerte de mi padre. Me sentía destrozada por haberlo perdido de un día para otro, ni siquiera pude despedirme de él.

No recuerdo a qué horas llegué anoche, solo dejé a Francesco en su casa, nos despedimos y apenas llegué al apartamento me encerré en mi habitación y me tiré en la cama. Solo me quité los tacones y el vestido, no me tomé el tiempo de desmaquillarme, me sentía cansada y desganada como para hacerlo.

La conversación que tuve con Edward me hacía mella en la cabeza y terminé derramando alguna que otra lágrima antes de dormirme. Ese es el problema de amar de una forma tan intensa, es que corres el riesgo de terminar hecho pedazos.  

No cuento con ganas de salir de la cama y solo doy vueltas en el colchón cuando rememoro la conversación que tuvimos. Tal vez sí deba divorciarme, es por mi bien y por el de este bebé. Estando del lado de Edward no obtendré nada y no me quedaré con alguien que no es capaz de aceptar a su propio hijo.

Dejo de pensar tanto y a duras penas me pongo de pie. Me meto dentro del cuarto de baño y hago una mueca al ver mi reflejo en el espejo. Soy un desastre. Me apresuro por cepillarme los dientes y deshacerme de todos los rastros de maquillaje, me meto en la ducha, salgo y me visto con ropa casual.

Me dirijo a la cocina y cojo toda la comida que encuentro. Alfonzina hizo las compras y todo está repleto de comida; galletas, chocolates, helado, leche y café. Desayuno en la sala de estar, justo al lado del ventanal con vista a la ciudad mientras chequeo los correos electrónicos en mi laptop. Me enviaron un correo que adjunta las fotos de la campaña en las que posé con el perfume en mis manos. Se ven bien, son de buena calidad y las estilistas hicieron un gran trabajo con mi cabello y maquillaje.

Me siento como una masoquista cuando inspecciono unos correos más abajo y abro el correo que contiene las fotos de mi boda. En la primera foto estoy yo junto con mis amigas en la habitación en la que me estaban preparando, en las siguientes fotos nos veo a nosotros besándonos dentro de la iglesia, saliendo de la iglesia, posando para las cámaras y metiéndonos dentro de la limusina que nos espera afuera...

Cierro la laptop mientras me convenzo de que tengo que pensar con la cabeza fría. Paso la mañana en la sala y al mediodía quedamos con Lidia en un restaurante de la zona.

—¿Cómo lo llevas? —me pregunta mi amiga—. ¿Llevas bien lo del embarazo, los síntomas?

—Lo llevo bastante bien —digo mientras me llevo a la boca un trozo de carne. Ya ordenamos nuestros pedidos y la camarera que nos atendió acaba de traernos los platillos.

—Me alegro. —Sonríe—. ¿Trabajas esta semana?

—No lo sé, creo que tengo una firma de autógrafos. Tendré que consultarlo con Rebecca, ella tiene mi agenda.

—Ya veo.

Me cuenta de lo que hizo las últimas semanas. El tiempo se me pasa rápido y paso lo que queda del mediodía en compañía de Lidia. A la tarde, me paso por el penthouse de mi hermano para darle una visita. Solo espero que esté cuidándose cómo se debe sin andar haciendo berrinches.

Cuando las puertas se abren, avanzo por el corredor, saludo a la empleada que por alguna razón que desconozco está más tensa de lo normal. Al atravesar la sala, me quedo quieta en mi lugar y me cruzo de brazos al verlo del lado de Laura Haste. Los dos parecen tener una conversación un poco subida de tono.

Caricias PeligrosasWhere stories live. Discover now