8.

2.6K 250 24
                                    

GABRIELA

Su casa es enorme, hermosa y lujosa. He quedado con la boca abierta, aunque no me esperaba menos del señor "tengo mucha plata y soy un arrogante de mierda" Díaz.

La sala es grandísima, con paredes texturizadas de color gris y un hermoso ventanal/balcón con unas cuantas plantas de decoración. Tres sofás de color crema, dos bancos del mismo color, al igual que algunos cojines combinados con otros de color azul marino. Una mesita decorativa de vidrio descansa sobre una alfombra del mismo color que los cojines y el piso de madera lisa.

―Vaya, esta casa debió costar sus cuantos pesos ―hablo, observando todo.

Incluso hay cuadros colgados en las paredes.

― ¿Y esta es solo la casa de Mauricio? ―pregunta Fede, tan sorprendida como yo.

―Sí ―responde el aludido, sonriendo con altanería―. Compré una casa grande para cuando se quede mi familia.

―O para cuando formes la tuya, ¿no? ―pregunta mi prima, alzando una ceja.

―Tengo treinta y seis años, creo que eso de formar una familia ya no va a suceder ―responde y yo lo observo de reojo, alzando una ceja―. ¿Quieren agua o algo?

―Agua está bien, señor Díaz —respondo, dejándome caer en el sofá y arrastrando conmigo a mi prima, quien se ríe conmigo.

―Por favor, llámame Mauricio ―dice, sonriéndome―. Montse, ¿puedes revisar si tu habitación está en orden? Así se acuestan de una vez.

― ¿Por qué siempre tan mandón, señor Díaz? ―pregunto, levantándome con dificultad.

Trastabillo y él me ataja, haciéndome reír. Por Dios, estoy muy borracha. El tequila de aquí es cosa de otro mundo, ni hablar de las cervezas.

―Me atajó de nuevo, como en el café ―hablo, como si fuese la cosa más hilarante del mundo.

―Mejor acompáñame a la cocina, creo que te va a gustar ―dice, sosteniéndome por la cintura.

― ¡La vas a amar! ―chilla Montse detrás de mí.

Mauricio me guía hasta la cocina, atento a que no me vuelva a tambalear y abro la boca al ver la belleza de cocina que tienen. Me veo preparando comida allí todos los días de mi puta vida.

― ¡Por las madres de las cocinas hermosas! ―chillo, emocionada.

La cocina tiene muy buena distribución, acabados en granito, cajones y gabinetes de madera y espacio para desayunador. Es grandiosa y brillante, con tonos tierra que combinan a la perfección con el resto del lugar y termino arrodillándome ante el horno.

― ¡Gabriela, por favor! ―habla Mauricio, ayudándome a levantar. Puedo escuchar su risa detrás de mí oreja y eso me hace sonreír―. Hay cocinas mejores, no tienes por qué hacerle una reverencia.

― ¿Eso fue una risita, señor Díaz? ―pregunto e inmediatamente la borra―. ¡Ay! ¿Por qué la quitas? Como que se te está viendo el lado humano, digo, las costuras.

―Te iba a pedir que me ayudaras a llevarles agua, pero me da miedo que rompas los vasos ―murmura.

―Sí, no es buena idea ―concuerdo y él se ríe.

Sus ojos del color del ámbar me miran bajo sus largas pestañas, parpadeando con lentitud. De la nada siento que todo se ha paralizado a nuestro alrededor.

Maldita sea, si no fuese tan guapo.

―Debo volver ―murmuro y él asiente con lentitud, pero no me suelta―. Ahora.

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Where stories live. Discover now