13.

2.4K 241 21
                                    

Empiezan a hacer las luchas y yo gruño cuando tengo que hacer esfuerzo. Mauricio me mira con la ceja alzada, pero igual se ve que está haciendo mucho esfuerzo por sostener el peso de su hermano menor.

Y yo empiezo a hacer equilibrio para meter mi pie entre los suyos y hacerlo caer, solo que no lo logro rápido como pensé.

― ¡Señorita Arellano, pero qué tramposa! ―exclama, alejándose de mis ataques―. ¿Quiere jugar sucio, eh? ¡Sebas, están haciendo trampa!

― ¡Lo tengo! ―le grita el menor.

Me quedo pasmada en mi sitio cuando Sebas tira un poco de los brazos de mi prima y toma su rostro entre sus manos, robándole un beso. Y debo aclarar que no uno cualquiera, es ¡el beso!

Tanto así que más me sorprende que mi prima no haga nada y se haya quedado paralizada en su lugar hasta que reacciona y lo empuja lejos, haciéndolo caer hacia atrás.

― ¡Eres un imbécil! ―grita antes de dejarse caer hacia delante.

― ¡Ustedes son unas tramposas! ―se defiende, riendo.

― ¡No vuelvas a tocarme en tu puta vida, Sebastián Díaz! ―le gruñe mientras sale de la piscina, hecha una furia.

Se enrolla la toalla con rapidez sobre el cuerpo y se apresura a salir cuando ve que Sebas se alza sobre la superficie para salir de la piscina e ir tras ella.

― ¡Espera, Fede! ―le dice y corre tras de ella.

Montse y yo nos vemos, ambas con la boca abierta de la impresión, y ella empieza a reírse.

―Soy el mejor Cupido de la historia. ¡Sabía que se gustaban!

Por instinto, mi vista va hacia Mauricio, quien también ha volteado a verme. Me doy media vuelta y salgo de allí, colocándome la toalla alrededor y me encamino hacia la que será nuestra habitación.

Me encuentro con Sebas golpeando la puerta, llamando a mi prima pero esta no se inmuta. Luce derrotado, pero no creo que esté arrepentido.

―Cruzaste la línea, Sebas ―le digo.

―No me importa, honestamente ―responde, recargándose de la puerta.

―Entonces, ¿qué haces aquí?

―No quiero que se moleste conmigo, Gaby, pero no voy a mentir diciendo que me arrepiento de lo que hice ―murmura, encogiéndose de hombros y sigue su camino.

Escucho el clic del seguro al quitarse y abro la puerta, cerrando tras de mí con pasador. Fede camina de aquí para allá, restregándose los labios con fuerza.

― ¡Ese imbécil! Es que ¡yo lo mato! ―gruñe, molesta.

―Deberías bañarte y arreglarte, recuerda que la cena y el postre está en nuestras manos ―le digo, colocando mi mano sobre su hombro―. Olvídalo, no va a volver a pasar. Sé que no vas a permitirlo.

Ella me mira y afirma con vacilación antes de meterse a bañar.

― ¡Le voy a envenenar el postre! ―grita desde el baño, haciéndome reír.

Seco lo más que puedo mi cuerpo y dejo caer la toalla al suelo cuando tocan la puerta. Seguro es Montse que viene a ver cómo está Fede y a burlarse de ella.

Abro la puerta y me sorprendo al ver a Mauricio de pie frente a mí, con las manos tras su espalda.

―Señorita Arellano ―habla, recorriéndome con la mirada antes de posarse en mis ojos.

―Señor Díaz ―digo tras respirar hondo y suspirar. Me cubro los pechos con los brazos al sentirme intimidada por su mirada―. ¿Qué se le ofrece?

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora