18.

2.4K 205 18
                                    

Yo balbuceo algo en respuesta, sintiéndome mareada por la extraña sensación que me recorre el cuerpo. Es molesta como una piquiña y solo hay una forma de desaparecerla, pero me niego a que eso suceda.

―Tal vez, sí. Fue mala idea ―digo, levantándome de inmediato con nerviosismo.

El mareo por las copas de vino me hace tambalear y doy un respingo cuando él me sostiene. Mi espalda choca con su pecho duro y mi cabeza descansa en su hombro, sus manos están en mi cintura, sosteniéndome para no caer.

Su respiración en mi cuello me hace delirar y siento como se agita mi corazón. Mis manos viajan a las suyas para alejarlo, pero él no me lo permite y las coloca a la altura de mi diafragma, muy cerca del borde de mis pechos.

Dios, siento que me estoy quemando por dentro...

Los vellos de su cuidada barba me hacen cosquillas en el cuello, pero no de las que te hacen reír. No. Son de las cosquillas que te vuelven una puta gelatina.

―Debo volver a casa. Seguro Fede está esperando por mí ―digo, alejándome de él―. No he revisado el celular en toda la noche.

― ¿Me estás diciendo que ha sido una noche interesante? ―pregunta, alzando una ceja―. Para mí lo fue.

―No estoy diciendo nada. Solo ando muy distraída ―digo, buscando mi celular en la cartera.

―Entonces... te distraigo ―asegura, acercándose a mí de nuevo.

―Sí, claro ―ironizo, rodando los ojos. Reviso mi celular y ahogo una exclamación―. Son las once de la noche, Mauricio Díaz. Yo mañana tengo clases e ir a trabajar.

Lo esquivo, pero él se me atraviesa de nuevo. Tengo que respirar hondo para no pisarle el pie con fuerza y obligarlo a que me lleve a casa.

―Mauricio ―advierto, tensando la mandíbula.

―Te vas a ir... ¿y me vas a dejar con estas ganas de darte un beso? ―pregunta, quitando un mechón de cabello de mi rostro, acariciando mi mejilla y mirando mis labios.

Le doy un beso en la mejilla y lo esquivo de nuevo, acercándome a la puerta.

―Ya. Listo, ¿ahora me llevas a casa o pido un taxi? ―pregunto, posando una mano en mi cintura y golpeteando el suelo con el tacón.

―Eres una tramposa ―dice, restregando la parte baja de su rostro con la mano y una sonrisa divertida surca sus labios―. Está bien, te llevo.

―Ya sabes que lo soy ―le resto importancia, marcando el ascensor.

―Yo suelo jugar limpio, pero debo admitir que soy muy mal perdedor―dice, colocándose junto a mí.

La luz del ascensor se enciende y me adentro en el mismo, ahogando una exclamación cuando él me acorrala contra la pared. Un gemido se escapa de mis labios cuando alza mi pierna y la enrolla en su cintura, sintiendo una dureza presionar contra mí vientre. Su nariz queda muy cerca de la mía y con una sonrisita irónica la pasea por mi mejilla, bajando hasta mi oreja.

Suspiro cuando exhala en mi oído y aprieto las piernas cuando lo siento acariciarme el cuello. El calor de su respiración no ayuda a mi cordura en nada y miro hacia el techo, dejándole recorrer aún más.

― ¿Puedes sentir... ―murmura, restregándome su erección en el vientre―... cómo me pone, señorita Arellano?

Me sostengo de sus fuertes brazos cuando la cabeza me da vueltas, tal vez por la subida de libido que me acaba de dar. Una de sus manos se queda en mi cintura y la otra baja, acariciando mis muslos descubiertos hasta llegar a mi tobillo.

A fuego lento | Libro 1|  Trilogía "Gastronomía del placer". (+18)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ